Cristina López Schlichting

Willy Toledo y los caníbales

La Razón
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Ser Willy Toledo es como ser bailarina y hacerse famosa por dar patadas. La profesión de actor es una de las más directas en el camino hacia la belleza y la verdad, pero este señor, nada famoso, se hace conocido a base de berrea. Después de cagarse en la Virgen del Pilar y la fiesta nacional y todo lo demás, Frank Cuesta lo retó a hacer lo mismo con el Corán. En una lacónica respuesta por Internet, Toledo se ha acogido a la libertad de expresión con la frase «Je suis Charlie», que es una forma muy fina de decir que no se atreve a aceptar el desafío. Vamos, que con la Virgen sí, pero con Mahoma no. Funciona a su favor que los maños, aunque tienen mucho carácter, no acostumbran a lapidar a quienes insultan y blasfeman. Me da rabia que a este tipo le vayan a salir más contratos por su agresiva publicidad. El canibalismo moral de Willy Toledo es más viejo que la tos y tiene sus antecedentes en la antropofagia que, entre otras cosas, quedó erradicada de América gracias a los conquistadores españoles. En el tuit famoso, se cagaba también en los «conquistadores codiciosos y asesinos» y en la «conquista genocida de América». Le voy a recomendar al delicado internauta que teclee «Tecoaque», que significa «el sitio donde los señores fueron devorados». Una excavación arqueológica en México acaba de revivir la masacre de 550 integrantes de una de las expediciones de Hernán Cortés. Camino de Tenochtitlán, la capital azteca, 50 hombres españoles, 50 mujeres y 10 niños fueron capturados por los indígenas alcolhuas, aliados de los aztecas, y sacrificados a los dioses a lo largo de todo un año, uno tras otro. Confinados en pequeñas celdas, se los sacaba por turno, se les arrancaba el corazón, las cabezas eran exhibidas en un altar y la carne ingerida de forma ritual. Huelga decir que tiempo después, Cortés mandó destruir el poblado, del que sólo quedaron ruinas. Nadie va a disfrazar que la conquista de América entrañó sangre y crueldad, pero pretender que los pueblos que vivían al margen de Europa componían una Arcadia es cosa que sólo se le ocurre a gente ignorante como Willy Toledo. En realidad, ahora que lo pienso, tiene su razón de ser que este energúmeno reinvindique la cultura precolombina sin matices. Su absoluta falta de respeto hacia los demás y su deseo expreso de defecar en las convicciones ajenas está más cerca de la barbarie que del derecho internacional que los españoles –sí, los españoles– desarrollaron en Salamanca y las nuevas universidades americanas a raíz del descubrimiento. No merece la pena ver en escena a Toledo. Una persona así sólo puede tratar los textos de Calderón o Buero Vallejo como terrones secos. Cuando pienso en Margarita Xirgu o en las aportaciones de los grandes del teatro y el cine, me pregunto qué hemos hecho para merecer esto.