Restringido
Xenofobia
Me preguntan varios amigos por la cobertura de las elecciones autonómicas catalanas en EE UU. Contesto que el país es grande y escaso el interés por según qué delirios periféricos. Los estadounidenses no son los alelados provincianos que dibuja a escuadra el tópico antiamericano, pero caramba, todo tiene un límite. Asumido que la fiebre de Juntos por el Sí aquí interesa lo justo, si usted vive en EE UU y siente una remota curiosidad por el auge del secesionismo en el noreste de España contaba este domingo con la ayuda de Associated Press y su guía para lectores curiosos. Sepa que «Cataluña, durante siglos, ha valorado mucho su lengua y su cultura. Pero durante el franquismo su lengua fue prohibida». Con lo bonito que hubiera quedado citar a Isabel y Fernando. O a Bernabéu y Di Stéfano. Así las cosas los lectores estadounidenses, indecisos sobre las causas de un fervor patriótico tan rotundo, tan agraviado y primaveral que no ha logrado llevarse el voto del 50% del electorado, corren el riesgo de creer que a falta de Yoko Ono la culpa es de Franco. Un alivio, porque la Spanish Civil War permite resetear cuarenta años de democracia y seguir muy tranquilos con la idea de España pasada por Hemingway y los Sanfermines. Y si no fuera suficiente, tranquilos. Que aquí vienen los enviados especiales. Su cosecha de testimonios a pie de urna, vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, etc. «Nos han tratado mal durante mucho, mucho tiempo», le dice un señor Gutiérrez, farmacéutico, al «Wall Street Journal». «Nuestro dinero», añade campanudo, «va a Madrid y después los tribunales toman decisiones contra nuestra forma de vida». Perplejos por la maldad de los ropones, que no contentos con prolongar la persecución contra el idioma catalán han proscrito los calçots, las chanclas, la butifarra y las canciones del dúo Llach & Guardiola (nuestro país es tan pequeño que desde un campanario verás el campanario vecino, y así hasta Andorra, tralará, o incluso Suiza) y alucinados ante la avaricia de Madrid y sus recaudadores con metralleta, los gringos regresarán a la entradilla del artículo. Allí encuentran las declaraciones de Artur Mas i Gavarró, el Libertador. Pide que el «mundo» reconozca «la victoria de Cataluña». Waaait a second. ¿Cataluña puede vencer en unas elecciones en Cataluña? ¿Contra quién? Es el momento de repasar las palabras de Oriol Junqueras i Vies (y asociados) para entender, zas, que enfrente pululan los Otros. Los Malos Catalanes. Los No Catalanes. Gente de fuera. Consagrada a meter bulla en el cableado de una nación en ciernes. Normal que a estas alturas los hipotéticos lectores gringos, enfangados de artículos estilizados, amortajados por la fina retórica de sus autores, bien pudieran fantasear con la historia de un genocidio cultural y/o un saqueo. Tal vez porque nadie les ha explicado que hay poco que entender excepto la evidencia de que en parte del electorado catalán florece el odio al vecino. Bien cobijado por décadas de bienintencionados eufemismos y artículos de piloto automático que adecentan la xenofobia hasta dejar los periódicos convalecientes de sucia equidistancia.
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