Elecciones catalanas
¿Y ahora quién será presidente?
La batalla acaba de empezar, los resultados cantan y el futuro se perfila agrio, con pactos ineludibles y una presidencia en el alero. Administrar los resultados de las urnas es el nuevo desafío de la lista soberanista, cuyas divisiones aflorarán con virulencia, una vez pasado el clímax final. Todos cuantos integran la candidatura Juntos por el Sí quieren ya su minuto de gloria y reclaman su parcela de poder. Darán el susto a Madrid, proclamarán la independencia y tensarán la cuerda al máximo, pero está por ver su camino, no precisamente de rosas. Un Artur Mas candidato a presidente de la Generalitat, escondido en un cuarto puesto. Un Oriol Junqueras aspirante claro y sin renuncias a liderar el Gobierno catalán. Un número uno como Raül Romeva, intrigante y maniobrero, para ganarse el apoyo de toda la izquierda. Una confluencia de partidos distintos, asociaciones callejeras y personas sin otros méritos políticos que su propio afán de protagonismo y exigencias separatistas. Una mezcla explosiva que plantea muchos interrogantes sobre si su programa será liberal, socialdemócrata o marxista. Porque de todo hay en este batiburrillo plagado de fricciones internas.
Artur Mas, enardecido, exaltado y radical, olvidó por completo que un día Convergencia, ahora fagocitada, se definió durante años como liberal y practicaba grandes pactos con Madrid, que tan buenos réditos le dio. Esquerra Republicana siempre hizo gala de su independentismo con vitola de izquierdas. El primer candidato Raül Romeva ha militado y sido eurodiputado en un partido comunista. En suma, ante tal conglomerado el problema del 28-S revela dos cosas: una imposible unidad y una presidencia sin concretar. Sin programa ni propuestas unitarias, con una feroz lucha por ser el nuevo inquilino de la Generalitat, los catalanes no verán solución a sus problemas sino una estéril confrontación entre quienes abogan por esa declaración unilateral de independencia sin medir las consecuencias. Sea cual sea el personaje que finalmente se siente en el Palau de la Generalitat, la pregunta flota en el ambiente y no hay otra: «¿Y ahora qué, presidente?».
La obsesión de Artur Mas por salvar al pueblo catalán, su papel de títere de ERC y su debilidad ante Junqueras y Romeva le colocan en una situación muy difícil. El acuerdo tácito entre el republicano y el comunista para una presidencia rotatoria, y las maniobras de Romeva para ejercer de número uno y granjearse apoyos en la izquierda le ponen en pista de salida. Es la exigencia de fuerzas como Podemos y la CUP para llegar a un pacto de investidura. Aunque Mas sacará pecho y persiste en su mensaje fanático, su horizonte judicial le golpea de nuevo al ser llamado en unos días por los tribunales catalanes. A pesar de la falsa imagen de unidad, ni Junqueras, ni Romeva, ni nadie de la izquierda quiere verse salpicados por la corrupción que atenaza a CDC. Mientras lo único importante era exhibir músculo, demostración de fuerza y cantos soberanistas rodeados de esteladas, todos callaban. Pero llega la hora de la verdad tras una campaña inflada de mentiras históricas, desafíos a la Ley, intoxicaciones, rupturas y manipulación informativa sin límites.
Aun habituados a los engaños de sirena de cualquier campaña electoral, sobrepasa los cimientos del sistema democrático querer construir un nuevo Estado imposible. Al margen de la Constitución, de Europa y de cuanto digan Obama, Merkel o quien sea. Desde la Generalitat y Juntos por el Sí, con la complicidad y propaganda de medios afines, se ha sembrado el odio a España y una fractura en la sociedad catalana sin precedentes. Bajo la mentira del «España nos roba», se ha comprobado que quienes robaban eran ellos, mientras los dineros del Estado español han pagado sus nóminas y permitido mantener los servicios básicos de una Comunidad autónoma que Mas y sus muchachos han llevado a la quiebra con una pésima gestión de gobierno. Para colmo, han prometido una República catalana sin salir de la Unión Europea, con mejor calidad de vida, como un paraíso idílico que revela los engaños del soberanismo. Un rumbo en solitario, desechado por el mundo exterior, lleno de incertidumbres.
Los resultados revelan una enorme fractura de la sociedad catalana. Y los cantos soberanistas necesitan el apoyo de fuerzas radicales, antisistema como la CUP. Construir un estado nuevo no es una pelea de gallitos para alcanzar el poder. No es invocar una hoja de ruta avivando los sentimientos por encima de la razón. ¿Quién va a organizar la Administración?. ¿Cómo se logra el reconocimiento internacional y la tranquilidad de los mercados?. ¿Quién garantiza las pensiones y los ahorros de los catalanes fuera de la madre España? ¿Quiénes van a controlar el nuevo grupo parlamentario?. Demasiadas preguntas que llevan a una conclusión irrefutable: la independencia no es viable. Entonces, llegados a este punto, ¿Quién repara ahora el daño causado? La sombra de la duda, la necesidad de pactos y los cuchillos afilados se ciernen sobre la candidatura secesionista y habrá que observar con lupa los movimientos de sus líderes. Hasta en el fondo y la forma de festejar la victoria y declarar la independencia ha habido tensiones en Juntos por el Sí, divididos ante el futuro.
Nadie puede negar el esfuerzo enorme de los partidos constitucionalistas. De Ciudadanos, en una subida espectacular. Del PSC, en su arrojo por adelantar a un impresentable y ambiguo candidato de Podemos. Del PP, cuyo esfuerzo a cargo de Xavier García Albiol ha sido casi franciscano. Y de Unió Democrática, contra todo y contra todos los que un día fueron sus aliados. Tiene guasa que ahora el gobierno de una Cataluña moderna esté en manos de la CUP. Por eso, nunca mejor pregunta y esperada respuesta. Un gobierno inestable y unos pactos impensables. ¿Merecía la pena, presidente? Cuando sepamos quién ostenta el cargo.
En todos los cuarteles generales de los partidos se hace un análisis final: estas elecciones son un test clarísimo para las generales de diciembre. Aquí radica una gran clave política que, anoche, planeaba por los candidatos de Juntos por el Sí y el resto de las formaciones catalanas: forzar la máquina hasta ver un nuevo gobierno en Madrid. Quedan pocas semanas para aprobar los Presupuestos Generales del Estado y convocar los comicios generales. Este es el examen final. El calendario ya está en marcha.
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