Enrique López
Y de nuevo la Justicia
Hace una semana intentaba poner sobre la mesa algunas ideas para mejorar nuestra Justicia, y parece que, si todo sale bien, afrontamos una legislatura en la que se puede, si se quiere, intentar un gran acuerdo para finalizar el proceso de reformas que nos haga contar con unos de los mejores sistemas de Justicia del mundo. Para ello, lo primero de lo que se debe de partir es de una evaluación objetiva del sistema, y, sobre todo, de una valoración ajustada a la realidad; quizá de esta forma algunos se sorprendan y acepten que la situación actual, sin ser la mejor, dista mucho de la visión pesimista que trasladan permanentemente a la sociedad. Lo segundo es, como adelantaba hace una semana, que cualquier reforma sólo puede tener un destinatario, el ciudadano, cuando las reformas se inician pensando en satisfacer intereses políticos, y sobre todo profesionales, nada estaremos haciendo, más allá de dar solución a este tipo de demandas, que, a buen seguro, siendo legítimas, van más dirigidas a solucionar intereses corporativos que intereses sociales. Lo tercero es identificar las líneas de reforma, a pesar de que algunos creen que están muy claras. Lo cuarto es superar con lo que denomino los luditas de la Justicia; recordemos que el ludismo fue un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo XIX que protestaba entre los años 1811 y 1816 contra las nuevas máquinas, porque, según ellos, destruían el empleo. En el mundo de la Justicia existe mucho de esto, en todos los profesionales, jueces, fiscales, abogados, etc. Lo quinto, y en relación con esto, hay que partir de que la Justicia es un servicio público a través del cual se ejerce un poder del Estado, y ambas coordenadas tienen igual valor; no se puede anteponer el poder al servicio, ni el servicio al poder. Con estos mimbres, y con el grado de análisis que ya está hecho, resultará muy fácil perfeccionar nuestro modelo, pero como punto final, es necesario que como decía Churchill, cada uno haga lo que mejor sabe hacer y no otra cosa, el poder de transformación se lo debemos dejar a los políticos, que son los que responden ante las urnas; los jueces y sus órganos de gobierno, debemos ayudar, pero nunca convertirnos en agentes transformadores, al igual que los políticos no deben interferir en cómo se administra Justicia. De lo contrario estaremos empleando recursos de forma baldía, y sobre todo, ociosa. Por eso, cada uno a lo suyo, y a hacerlo bien; se puede abrir un escenario ilusionante si se hacen bien las cosas. Decía Cicerón que «la Justicia no espera ningún premio. Se la acepta por ella misma. Y de igual manera son todas las virtudes», y así es como hay que enfrentarse a la reforma de la Justicia: no esperando nada más que tener la satisfacción de haber hecho algo bueno por la sociedad. En esta tarea tienen también mucha responsabilidad los medios de comunicación, porque si se empeñan en que algo va mal, irá mal, y así lo percibiremos, y, sobre todo, que no jueguen a ser jueces; sólo son notarios de la actualidad.
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