Alfonso Ussía
Y yo, y usted y el de más allá
Mientras Pablo Iglesias se comportaba como un mentiroso compulsivo justificando su apoyo en el Parlamento Europeo a los desmanes de Maduro con los presos políticos en Venezuela, uno de ellos, Rodolfo González Martínez, de 64 años, encarcelado por capricho, sin juicio previsto y con más de un año de prisión esperando saber de qué se le acusa, se suicidaba en una cárcel bolivariana. Inoportuno suicidio que deja a Iglesias y Podemos en perversa evidencia. Mientras Iglesias, reconocido por sí mismo como un asiduo lector de Stalin, el mayor asesino de la Historia de la Humanidad, su protector y protegido Maduro establecía en Caracas divertidas comparaciones de mostacho entre el bigote del criminal soviético y el suyo. Y mientras Iglesias suspendía la reunión que iba a tener lugar en el sur de Francia, acompañado de Íñigo Errejón con dos individuos de «Sortu», es decir, con dos destacados proetarras, su ídolo económico griego, Yanis Varufakis, se fotografiaba en la terraza de su piso de Atenas, sito en la falda de la Acrópolis, abrazado a su guapa mujer y mostrando la terrible pobreza y humildad de su vida cotidiana. Estimable caradura este Varufakis, propietario asimismo de un reducido chalé en una isla del Egeo, en el que se refugia todos los veranos y fines de semana de primavera, para reflexionar acerca de la injusticia social que impera en el mundo. Porque como ustedes saben y conocen, todos los griegos viven en Atenas junto a la Acrópolis y todos los griegos tienen un chalé en una isla del Egeo, del mismo modo que todos los españoles pueden disfrutar de una cuenta corriente con más de cuatrocientos mil euros, como el «simpático y entrañable» Monedero, según Carmen Lomana. No creo que la mujer del alcalde de Caracas, brutalmente detenido en su despacho y posteriormente encarcelado, la señora Capriles, coincida con la opinión de nuestra ilustre colaboradora. La señora Capriles, esposa de un alcalde democráticamente elegido y cruelmente encarcelado no puede considerar ni simpático ni entrañable a un alto dirigente del partido político que se ha negado a condenar los encarcelamientos masivos de los adversarios políticos de Maduro. Se trata de aplicar la lógica más elemental.
Pero a este que firma el presente texto, el que le produce envidia, y de la sana, es Varufakis. Me envidia la naturalidad y elegancia que exhibe cada día como representante del sector desesperanzado de la ciudadanía helena. En el fondo les está diciendo a sus votantes: «No desfallezcan. Si consigo no pagar ni un euro de nuestra deuda, todos ustedes podrán vestir tan horteras marcas como yo, gozar de un piso como el mío y disfrutar de un chalé en una isla del Egeo. Yo les prometo que algún día podrán codearse conmigo. Pero mientras ese día llega, mantengan su confianza en nosotros, en nuestra coherencia y en nuestra firmeza ante los idiotas de Europa que van a seguir aflojando sus bolsillos para que nosotros sigamos derrochando lo que no tenemos».
La señora Capriles de Ledezma, que tiene alguna papeleta para convertirse en breve en la señora capriles, viuda de Ledezma –Dios no lo consienta, si bien Dios, con los matones carcelarios de Maduro no tiene excesiva influencia–, ha recibido la simpatía, la comprensión y la promesa de ayuda de todos los partido políticos de España, menos ERC, Bildu, Sortu y el de los simpáticos y entrañables. De Izquierda Unida nada se ha sabido, pero está plenamente justificado con el barullo que tienen en estos momentos. Por lógica, si uno de sus principales candidatos es un renombrado poeta, es de esperar que ofrezcan todo su apoyo a la mujer de un representante del pueblo caprichosamente encarcelado por un matón de telenovela. Pero tiempo al tiempo.
Vuelvo con Varufakis. Vivir bajo la Acrópolis y tener un chalé en una isla del Egeo –además de una bella y bien vestida mujer–, es algo que todos deseamos sin tener que votar a la izquierda estalinista. Lo deseo yo, lo desea usted y lo sigue deseando el de más allá.
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