César Vidal

Zampacaterings

La Razón
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Hace años un amigo mío tuvo un empleado peculiar. Era, ciertamente, eficiente, pero le daba por introducirse en los caterings de la empresa y, aprovechando que todos estaban trabajando, vaciar las bandejas como si tuviera gazuza de siglos. Además, presentaba unas facturas de gasolina en que parecía que para ir de Barcelona a Madrid hacía antes escala en La Coruña y Cádiz. El asunto de los caterings lo solucionó mi amigo ordenando a su propio escolta que impidiera la entrada del empleado a cualquier lugar donde hubiera comida. El de las facturas concluyó porque, un tanto escamado, el zampacaterings decidió abandonar el equipo. He recordado este episodio tras leer concienzudamente el texto del acuerdo entre Ciudadanos y el PSOE. No me voy a detener en las medidas económicas que incluyen un aumento del gasto público y de los impuestos de tal calibre que sólo pueden lograr un estrangulamiento mayor de la economía y de la creación de empleo. En España, parece arraigada la firme resolución de hacer todo lo contrario de lo indispensable para salir de la crisis y ya va pareciendo tan natural como el sol, la paella y las naranjas. Sin embargo, llama poderosamente la atención que Albert Rivera, tras defender tan gallardamente la Constitución frente al nacionalismo catalán, se haya apuntado ahora a toda una serie de pasos que van a diluir todavía más el tejido nacional. Como si Ciudadanos se hubiera convertido en la antigua CiU o en el PNV, ufanamente reconoce esa entelequia denominada «hechos diferenciales», aboga por el uso de las lenguas cooficiales en el Senado; entrega a las CCAA competencias en política exterior –precisamente uno de los focos de la actividad anti-española de los nacionalismos vasco y catalán– a la hora de suprimir las diputaciones sólo lo hace con las de régimen común y pone el nuevo Senado al servicio de las CCAA que, al fin y a la postre, van a ser las que lo acaben configurando. A todo lo anterior, se suma la creación entusiasta de infinidad de nuevos organismos que van a vigilar todo lo vigilable aunque eso signifique vigilar sobre lo vigilado y, sobre todo, despilfarrar sobre lo despilfarrado. Me apena decirlo, pero el acuerdo parece un pacto de zampacaterings. Da la sensación de que Rivera está ansioso por entregar a sus mesnadas –mezcla de políticos añosos y parvenus– jugosos pesebres a costa del contribuyente. El pacto, sin duda, puede ayudarle a alcanzar esa meta, pero resulta indescriptible la desilusión que provoca esa conducta de zampacaterings.