Real Madrid
Zidane, ¡oh capitán! ¡mi capitán!
Humilde, realista, sensato, ejemplar. Zidane tiene una idea, lo que a estas alturas de la temporada y a 16 puntos del Barça parece poco, y una plantilla. Se acoge a la primera, que en dos años ha reportado ocho títulos, ocho, y varias marcas al Real Madrid, y defiende a la segunda, cómplice en las conquistas. Un elenco que en agosto era el paradigma de la eficacia, el rostro más atractivo del fútbol, también Atila. Donde jugaba no dejaba sino rivales derrotados, cohibidos incluso, aspirantes de segundo escalón porque el primero estaba ocupado... Entonces, muy poco después, mientras el otoño invadía el espacio del verano, el colonizador empezó a dar muestras de sorprendente fragilidad, síntomas de precoz descomposición en la Liga. A 16 puntos del líder, a 7 del Atlético y a 5 del Valencia. Con un partido menos, sí; pero tan alejado de la realidad competitiva que asusta.
Durante 20 minutos Zidane se sometió al tercer grado. Respondió a todo, una hora más tarde de lo previsto porque, reunido con la plantilla, más que «dar la charla» expuso a sus jugadores la necesidad de multiplicar el esfuerzo. Trabajo, trabajo y trabajo. Exigió. Y frente a la Prensa defendió a los suyos, no quiere fichajes, «y ya está», confía en quienes después de ganar las Supercopas sumaron el Mundialito. No enciende el ventilador, «no voy a echar mierda a uno o dos» (?). «Somos todos culpables y yo el primero», apostilló.
Su defensa de la plantilla merece una respuesta contundente e inmediata que debería materializarse en jugar mejor, correr más y luchar hasta la extenuación, o Zizou, como John Keating (Robin Williams), se verá en la puñetera calle. Él sabe que está de paso y que el «¡Oh capitán! ¡Mi capitán!» entonado en «El club de los poetas muertos», en el fútbol no tiene recorrido. Los jugadores sentirán su marcha
–ha sido un compañero fiel– y sin decirlo dirán: «Que pase el siguiente».
✕
Accede a tu cuenta para comentar