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La situación
«Ya no es Moncloa la que dirige los acontecimientos, sino la que va a remolque de las cosas que pasan, porque están fuera de su control»
El objetivo que se marca un dirigente político que alcanza el poder es el de controlar la agenda: que el motivo de debate público sea aquel asunto que a ese dirigente político le interesa que sea debatido, y no otro.
Los últimos ejemplos han sido del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en sus comparecencias de los últimos meses del año. Ha ocupado la mayor parte de sus intervenciones en destacar los datos económicos y hasta ha citado como fuente de confirmación al semanario británico The Economist, que sitúa a España a la cabeza de los países desarrollados gracias al crecimiento de nuestra economía en este año que termina (también lo calificó en su día como «estratega despiadado», pero en eso no se considera fuente de confirmación). Sin embargo, cuando llegan las preguntas, los periodistas piden respuestas sobre los casos de supuesta corrupción que atenazan al entorno del presidente y a su actividad política.
Los cientos de asesores que trabajan en Moncloa tienen como misión provocar que se hable de aquello que interesa al Gobierno y que no se hable de lo que podría perjudicar a su presidente. Y lo consiguieron durante una parte importante del mandato de Pedro Sánchez, pero no ahora. Ya no es Moncloa la que dirige los acontecimientos, sino la que va a remolque de las cosas que pasan, porque están fuera de su control. Así le ocurrió a Mariano Rajoy con los casos de corrupción del PP. Así le ocurrió a Zapatero cuando la crisis financiera le estalló en su segunda legislatura. Así lo sufrió José María Aznar con los efectos de la guerra de Irak. Y, antes, a Felipe González con los escándalos que arrasaron la imagen de su gobierno en sus últimos años de poder.
Ahora, Pedro Sánchez y su legión de estrategas tratan de embridar el caballo desbocado de la actualidad, que ahoga sus iniciativas políticas. De momento, han sido incapaces de controlarlo. Ni siquiera la creciente costumbre de esquivar el filtro de los medios con el uso de las redes sociales consigue evitar que el debate general se centre en aquello que Moncloa quiere esquivar.
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