Elecciones andaluzas

Andalucía necesita estabilidad

Como estaba anunciado, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, hizo oficial la retirada a Izquierda Unida de la competencia para la adjudicación de viviendas protegidas, después de que la consejera comunista Elena Cortés atropellara la Ley y a los miles de andaluces que aguardaban pacientemente en la lista de espera para proceder a un realojo mediático de los vecinos de la corrala sevillana La Utopía. La respuesta de IU fue la de proclamar la «suspensión momentánea» del acuerdo de Gobierno en Andalucía hasta que la presidenta rectifique y restituya las atribuciones plenas a la Consejería de Fomento y Vivienda. El movimiento de los comunistas, encabezados por Cayo Lara, fue surrealista, pero clarificador sobre lo que cabe esperar de ellos. Se cuidaron de no provocar un desenlace traumático para sus intereses, que consisten en mantenerse a toda costa en el poder en Andalucía, con todo lo que ello supone en cuanto a influencia política, presencia mediática, control social y beneficio económico. PSOE e IU negociaron durante toda la jornada una salida a la crisis que ellos mismos habían alentado y provocado. Como buena relación de conveniencia, ambos actúan en función de sus intereses particulares y conforme a sus estrategias partidistas. ¿Dónde quedan entonces los intereses de los ciudadanos? A estas alturas, parece obvio que no figuran entre sus prioridades. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, puso ayer el foco con acierto en «la estabilidad política» como factor decisivo y de equilibrio. Lo cierto es que Andalucía carece de ella. La región deambula por un alambre de inseguridad peligroso y nocivo. Lo hace en un enrevesado y adverso contexto social y económico, con más de un millón de parados –y subiendo–, una deuda de casi 24.000 millones de euros y una asfixia financiera de la que sólo la salva el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), ya que es la segunda comunidad más beneficiada en lo que va de año con más de 463 millones de euros. Los andaluces, pues, no están para escaramuzas adolescentes ni para pulsos de poder. En realidad, tampoco lo estaban para este bipartito de izquierdas, cuyo único proyecto fue perpetuarse en el Gobierno y cerrar el paso al ganador de las últimas elecciones autonómicas. El Partido Popular recibió entonces la confianza de una mayoría de los ciudadanos, que respaldaron en sus siglas un proyecto de cambio transformador después de más de tres décadas de administración socialista. En este tiempo, el indiscutible declive del territorio, la gobernabilidad maltrecha, la descomposición socialista y la influencia demoledora de los comunistas han hecho que sean años perdidos. Andalucía necesita reencontrarse con una estabilidad real que dé paso a una regeneración necesaria. Sólo la alternancia política parece hoy capaz de propiciar ese escenario.