Pactos electorales
Chantaje de Sánchez a la democracia
Pedro Sánchez encontró en la sentencia del caso Gürtel hecha pública el pasado jueves la solución al declive electoral que sufre el PSOE y, sobre todo, a su propio liderazgo. Se agarró como a un clavo ardiendo a una resolución judicial que condenaba al Partido Popular como responsable civil a título lucrativo a pagar 245.000 euros. Ningún miembro del Gobierno, ni alto cargo, ni Mariano Rajoy, han sido condenados. Eso era lo fundamental, lo que marcaba una clara línea entre el pasado y el presente del partido. Pero Sánchez decidió presentar la moción de censura no sólo porque el PP no cuenta con la mayoría absoluta en el Congreso y es débil parlamentariamente, o porque su pacto con Cs flaquea –Rivera sufre de una obsesión demoscópica–, sino porque existe un frente anti PP fraguado en la Cámara, el que va de Podemos a los partidos independentistas catalanes, formaciones estas últimas que no perdonan que Rajoy aplicase el 155 e interviniese la Generalitat, si bien con el acuerdo de PSOE y Cs. Es decir, que obligase al cumplimiento de la Constitución en Cataluña. Creen ERC y PDeCAT que un PSOE en La Moncloa puede amoldarse mejor a su programa de ruptura con la legalidad. Sus motivos tendrán. La decisión del líder socialista de unirse a esta alianza de perdedores es de una gran irresponsabilidad, una verdadera traición democrática que daña gravemente el acuerdo de Estado que los constitucionalistas habían forjado para frenar el golpe independentista. Una moción de censura en estas condiciones es un acto de deslealtad difícil de comprender en estricto razonamiento político. Nos inclinamos más a pensar que se trata de la última oportunidad que Sánchez –dominado por una ambición desmedida– tiene para relanzar su liderazgo y, lo que es más injustificable, asaltar La Moncloa sin pasar por las urnas. La moción no cumple lo fundamental para lo que fue creado este recurso parlamentario fijado en la Constitución: una mayoría clara que pueda asegurar la formación de un gobierno. No se trata, por lo tanto, de una moción constructiva, que debe contar con una mayoría cualificada, un programa mínimo y objetivos. No es así. Se trata de un moción destructiva que quiere forzar la caída de un gobierno sin asegurar una estabilidad futura. El PSOE no puede llegar al Ejecutivo aupándose con los votos de partidos que han puesto en peligro la paz social en España, se han saltado la legalidad y su estrategia suicida de ruptura sólo ha conseguido dividir Cataluña en dos. Aceptar su apoyo no advirtiéndoles de que deben admitir que el «proceso» ha fracasado sería, insistimos, una traición democrática. Un antes y un después en la historia de un partido histórico. Es inexplicable que Pedro Sánchez no quiera negociar, tal y como ha dicho, «nada con nadie». ¿Bajo qué acuerdo y condiciones ha reclamado el apoyo de los independentistas catalanes? Rajoy sacó adelante los Presupuestos con el apoyo de Cs y PNV. Consiguió el apoyo de dos formaciones antagónicas, lo que no es poco. El PSOE se mantuvo al margen, en una oposición tan cómoda como estéril, y ahora chantajea a esos dos partidos para que apoyen su moción con promesas que no fue capaz de exponer durante su elaboración. Qué flaco favor está haciendo Sánchez a la estabilidad del país. Y ahora aspira a gobernar con unos Presupuestos que despreció. Esperemos que el PNV no acepte un chantaje que no se va a poder cumplir. No, por lo menos, con el favor del Gobierno, que le cabe un recurso legítimo: tumbar los presupuestos en el Senado, donde tiene la mayoría. La operación de llevar a Sánchez a La Moncloa con tan solo 84 diputados es temeraria e irresponsable: no cuenta con apoyos para gobernar y los que pueda sumar a esta alianza no piensan en la estabilidad de España.
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