Lucha contra el desempleo
Cierto optimismo laboral
Con la prudencia conveniente, pero sin minusvalorar lo que tienen de muy positivo, hay que analizar las cifras del paro relativas al mes de diciembre conocidas ayer. Suponen, antes que nada, un arranque optimista de 2013 y una bocanada de esperanza después de otro año especialmente amargo en el que cada día unas dos mil personas perdieron su empleo. Quedémonos, no obstante, con el dato alentador de que 59.094 trabajadores se han incorporado a la actividad laboral, lo que convierte a ese mes de diciembre en el mejor de toda la serie histórica. Hay que huir, sin embargo, de las simplificaciones a la hora de evaluar su alcance y relevancia. Atribuirlo, como han hecho los portavoces sindicalistas, a un mero efecto estacional es cicatero, pues aun en el caso de que así fuera estaríamos ante el «efecto estacional» más beneficioso de cuantos hay registro estadístico, así que deberían indagar en las causas en vez de despachar el asunto con una mezquina displicencia. El Gobierno, por su parte, ha subrayado la influencia que ha tenido la reforma laboral. Parece ser que la nueva normativa ha facilitado la afloración de empleo sumergido y, al introducir una mayor flexibilidad, ha estimulado la contratación. No es una intepretación temeraria, si bien conviene esperar algunos meses más para examinar con más exactitud la eficacia de la reforma impulsada por la ministra Báñez. Las normativas no crean empleo por sí mismas, sino que lo hacen los empresarios que invierten, dedican grandes esfuerzos y asumen elevados riesgos para sacar adelante sus proyectos. Ahora bien, no es lo mismo que las leyes faciliten esas iniciativas a que les pongan trabas u obstáculos. Buena prueba de ello es lo que sucedía con la legislación laboral de los gobiernos socialistas, que debido a su excesiva rigidez no daba respuestas a los empresarios en apuros, los cuales acababan por tirar la toalla. Que desde 2004 a 2011 aumentara el número de parados en más de dos millones no es atribuible solamente a la crisis, sino también a la falta de adaptación de las leyes a las nuevas circunstancias. Por lo demás, entre las cifras dadas a conocer ayer cabe llamar la atención sobre la caída en la afiliación a la Seguridad Social de 88.000 cotizantes, con lo que se cierra el año con un total de 16,3 millones de trabajadores dados de alta, cuyas cotizaciones son empleadas en pagar 8,1 millones de pensiones. Es decir, por cada pensionista hay menos de dos cotizantes, lo que explica el fuerte déficit con el que cerrarán el ejercicio las arcas de la Seguridad Social, cuyas primeras estimaciones apuntan a los 10.000 millones de euros. Son datos preocupantes que habrá que tener muy en cuenta en las próximas negociaciones del Pacto de Toledo, pues lo que se está poniendo en riesgo es la supervivencia misma del sistema público de pensiones.
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