Navarra

Don Felipe llama a la unidad

Puede considerarse, sin duda, una feliz coincidencia que la primera intervención pública de Don Felipe en un acto oficial tras el anuncio de abdicación de Su Majestad haya tenido como escenario el monasterio de San Salvador de Leyre, cuna y símbolo del Reino de Navarra, donde se hallan enterrados sus primeros reyes. Una comunidad de acusada personalidad política y muy antigua tradición foral que ha mantenido un acendrado sentido de pertenencia a España en su condición, en palabras del todavía Príncipe de Asturias, de «solar originario de nuestra patria española». Consciente del lugar y del momento histórico, Su Alteza Real incorporó a su discurso –dedicado a glosar la figura del historiador y sacerdote navarro Tarsicio de Azcona, galardonado con el Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2014– dos claras referencias programáticas que informarán su futura labor institucional como Jefe del Estado. La primera, su vocación de servicio, apasionada e ilusionante, a «nuestra querida España; una Nación, una comunidad social y política unida y diversa que hunde sus raíces en una historia milenaria». La segunda, la voluntad expresa de contribuir a la unidad de todos los españoles, anteponiendo el bien común a los intereses particulares. No ocultó Don Felipe que la sociedad española atraviesa un periodo de dificultades, pero apeló al esfuerzo común para afrontarlas. Palabras sensatas, reflejo de convicciones firmes e ilusión de quien va a ser dentro de pocos días Rey de todos los españoles. Quienes, desde posiciones más voluntaristas que meditadas, pretenden hacer de esta sucesión en la Monarquía española una especie de bálsamo de Fierabrás que solucione los problemas de la patria deberían leer con atención las primeras palabras de Don Felipe porque, lejos de fórmulas mágicas, en ellas se halla apuntada la única levadura posible de la recuperación. Frente a jacobinos y separatistas, más de estos últimos que de los primeros, debe prevalecer la realidad de una nación milenaria, unida y aceptada en su diversidad, que es, además, como está plasmada en nuestro ordenamiento constitucional. Frente a la dispersión de esfuerzos y el desconcierto social y político, caldo de cultivo de todo tipo de demagogias y oportunismos, la convicción de la unidad de propósitos y de que la tarea afecta a todos por igual. Tanto a los responsables institucionales como a los agentes sociales y económicos, entidades y ciudadanos. Coincidía la intervención del Príncipe de Asturias y Príncipe de Viana en Navarra con la cumbre hispano-lusa de Vidago, en la que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha reclamado a todos los actores políticos grandeza de miras ante el momento histórico en el que nos encontramos. Ese «no hacer política pequeña», que también está implícito en la llamada de Don Felipe.