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Ejemplo de la sanidad española

La Razón
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Mañana, cuatro de agosto, se cumple un año del primer contagio de ébola sufrido por un ciudadano español, Miguel Pajares, misionero de la orden hospitalaria de San Juan de Dios, quien contrajo el virus mientras hacía frente al estallido de la epidemia en Sierra Leona. Hace un año, pues, el mundo asistía a un brote de ébola atípico, que había ido ganando en virulencia y que se extendía por primera vez en ámbitos urbanos superpoblados ante la indiferencia general. Tuvieron que pasar cuatro largos meses, cuando la enfermedad ya se había declarado por tres países de África Occidental –Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakri– , devastando sus deficientes sistemas sanitarios y amenazando con expandirse fuera del continente africano, para que la comunidad internacional reaccionara. Hoy, tras 10.200 muertos y 24.000 afectados, la ciencia redobla esfuerzos en encontrar una cura o una vacuna a un virus polimorfo, muy contagioso y altamente mortal, que en España pasó a formar parte de nuestro imaginario colectivo a impulsos de un alarmismo exagerado, que en algunos casos rayó en el histerismo, y al que no fue ajena la manipulación política de la desgracia, tan al uso en los últimos tiempos, como medio de desgastar al adversario. Al padre Miguel Pajares, fallecido en el hospital Carlos III de Madrid, a donde había sido trasladado, el 12 de agosto de 2014, le siguió el contagio de otro sacerdote, Manuel García Viejo, también en Sierra Leona. Murió el 25 de septiembre en el msmo hospital y resultó contagiada por ébola una de las enfermeras que le habían atendido, Teresa Romero, quien se recuperaría felizmente de la enfermedad. Este caso, el primero y el último que se produciría en España, fue objeto de todo tipo de manipulaciones en la opinión pública, amplificadas por las redes sociales, pero que, sin embargo, no consiguieron desvirtuar la excelencia de un sistema sanitario que supo hacer frente a la emergencia con profesionalidad y eficacia aun cuando, como en el resto de los países de la Unión Europea, se carecía de experiencia directa en el tratamiento y manejo de un virus tan peligroso como el ébola. Por supuesto, el sistema sanitario español, en especial en los campos de la epidemiología y salud pública, no partía de cero, sino de un largo conocimiento en el tratamiento y prevención de enfermedades infecciosas, con protocolos de declaración y comunicación pública de primer orden y con centros, como el Carlos III, con los mismos niveles de exigencia y eficacia que el CDC de Atlanta, en Estados Unidos, o el Instituto Pasteur de París, por citar los dos organismos internacionales de referencia. En este primer aniversario del contagio y muerte del padre Miguel Pajares, que entregó su vida por los demás, vale la pena reconocer la excelencia de la sanidad española y la de sus profesionales.