Día Internacional de la Mujer

El día 9, también

La Razón
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Como tantos avances sociales, el del pleno reconocimiento de la igualdad de la mujer se ha conquistado por el ejemplo de las que ejercieron sus derechos por delante de su tiempo y por encima de las convenciones, normas, tabúes, incluso de la ley. De las primeras sufragistas a la diputada Clara Campoamor, que en contra de hombres y mujeres, de izquierda y de derecha, defendió el voto femenino en España en 1931; de Elena Maseras, la primera mujer que, en 1872, pudo estudiar en una universidad española con obligado permiso regio, al esfuerzo anónimo de millones de mujeres que se incorporaron al mundo laboral sin dejar de ser el corazón de sus familias, estando al cuidado de sus hijos, de sus mayores y familiares enfermos cuando ha llegado la hora. De ese compromiso con la vida, los hombres tienen mucho que aprender. La lucha por los derechos de la mujer no se reduce sólo a un movimiento, el feminista, cuyo activismo sin duda ha calado en varias generaciones, sino al papel central que la mujer ocupa para el funcionamiento de la vida y en la práctica diaria en todos los ámbitos de la sociedad. La celebración hoy del Día Internacional de la Mujer es indudable que tiene un significado especial marcado por una corriente que es precisamente reflejo del avance de la mujer en todos los sectores de la sociedad –laboral, científico, empresarial, político, cultural–, pero que también debe corresponderse a una equiparación plena, en sueldo y responsabilidad. No es el retroceso en los derechos civiles de la mujer lo que ha impulsado este estado de opinión, sino su progreso y necesidad de reconocimiento. Muy al contrario de lo que pregona un feminismo radical que cree que el desorden mundial no tiene más explicación que un «patriarcado» que impone todas las reglas del juego –económicas y sexuales–, el avance de los derechos de la mujeres son evidentes y no hay ámbito donde se pueda ejercer injusticia alguna sobre ellas, más allá de las que se inflige con violencia y en contra de la ley. En España existen leyes, desde la Constitución, hasta el Estatuto de los Trabajadores o la de Igualdad, pasando por normas específicas sobre la de Violencia de Género, donde se protegen los derechos de la mujer, y además existe una conciencia colectiva que ya no acepta ningún nivel –ninguna broma– que denigre a la condición femenina. La lucha por los derechos de la mujer debe ser abierta, no dogmática, como corresponde a la realidad del mundo femenino –hablar de «colectivo» minimiza una realidad aplastante: la población femenina supera a la de los hombres–, diverso, complejo y donde cada mujer responde a una realidad laboral y personal distinta. No hay mujer que reniegue de su condición y sus derechos, ni ninguna debe ser olvidada por no corresponderse con el canon feminista. Se equivocaba Simone de Beauvoir cuando decía que «no se nace mujer, se llega a serlo». Se nace mujer, evidentemente, y cada cual desarrolla la vida que quiere y puede, sin someterse a etiquetas y modelos. Se puede ser mujer desde una reivindicación de la feminidad y se puede ser desde un rol asexual; se puede ser mujer desde la élite profesional y desde el trabajo doméstico; lo son las que hoy harán huelga, como las que prefieran no hacerla. Hablar a estas alturas de que la causa de la igualdad de la mujer sólo es de izquierda niega la Historia y dejaría a millones fuera. Lo importante es la huella de lo que se ha avanzado y el trabajo que queda por hacer. Convendría salir de las espectacularidad de algunas campañas –la vida no es Hollywood– y del brillo de las mujeres de éxito para seguir actuando en la política de los posible que corrija las desigualdades. Lo que realmente cuenta es qué pasará mañana, el día 9. Mujeres, sí, iguales y diferentes.