Santiago de Compostela

El factor humano del Alvia

Las conclusiones del informe técnico elaborado por Renfe sobre las causas de la terrible tragedia ocurrida en Santiago de Compostela deja una pregunta en el aire de difícil, cuando no imposible, respuesta. ¿Cuántas medidas de seguridad son precisas para conjurar el factor humano? El maquinista estaba profesionalmente capacitado, conocía el trayecto que debía realizar por haberlo repetido varias veces. Más aún, se le había proporcionado, como determina el reglamento de circulación ferroviaria, la documentación técnica referida a la vía, con las limitaciones de velocidad. Sobre sus condiciones físicas, llevaba apenas una hora de trabajo, no presentaba síntomas de enfermedad o dolencia de cualquier tipo y, está comprobado que no se encontraba bajo los efectos del alcohol o de cualquier sustancia estupefaciente. Y, sin embargo, las grabaciones de las cajas negras y el registro de los instrumentos de control demuestran que se activó dos veces el dispositivo de frenado de «hombre muerto», lo que indica desatención y que el conductor se vio sorprendido por la inmediatez de la curva. Cuando activó el freno, el convoy circulaba a 195 kilómetros por hora. La maniobra redujo la velocidad a 179 kilómetros, más del doble de lo indicado para la curva de A Grandeira, limitada a 80 kilómetros por hora. De la atenta lectura del informe, que hoy publica LA RAZÓN, el primer aserto, lógico, es que el maquinista hizo varias cosas al tiempo que conducía, fiado, tal vez, de los mecanismos de seguridad de que van dotados los modernos ferrocarriles. Habló por teléfono en dos ocasiones, una para facilitar información sobre el andén en el que estaba previsto desembarcar pasajeros, pero también, tuvo que atender a un compañero, el conductor saliente, ocupado en solucionar un problema técnico del equipo de climatización. Ninguna de estas actividades son claramente invalidantes de la debida atención. La investigación judicial, al parecer más preocupada por la ausencia de ideales medidas de seguridad, debería insistir en averiguar qué pasó en la cabina. Sólo desde el conocimiento exhaustivo se podrán implementar las medidas necesarias para evitar que se repita una tragedia similar. Se puede aducir la peligrosidad del tramo, pero no es tal: de haberlo sido, los maquinistas de Renfe hubieran advertido, como es su obligación, a los encargados de la infraestructura y al operador. Es un procedimiento habitual y normalizado. No hay advertencia alguna, prueba de que no consideraron que fuera una curva potencialmente mortal; por supuesto, manteniendo las velocidades reglamentadas. El informe apunta al fenómeno de la «pérdida de conciencia situacional» del conductor como hipótesis de su error. Sería el punto de partida para estudiar desde los campos de la psicología y de la formación profesional que ese fenómeno no se vuelva a producir, aun reconociendo la falibilidad del ser humano.