Bilbao
El PNV, muleta de los etarras
Nadie puede dudar de que España es un Estado democrático de Derecho en el que se encuentran garantizadas las máximas libertades públicas. Sólo un juez –por su naturaleza, independiente, predeterminado e inamovible– puede restringir el ejercicio de los derechos ciudadanos. Es lo que había ocurrido con la suspensión de una manifestación convocada para hoy en Bilbao en apoyo de los etarras encarcelados. Quienes intentan hacer ver la mano del Gobierno detrás de esa decisión actúan conscientemente de manera torticera con el objetivo, apenas disimulado, de confundir a la opinión pública sobre la esencia del auto judicial, que no era otra que la obligada persecución de los delitos de terrorismo. En efecto, los dos jueces de la Audiencia Nacional que han visto el caso han actuado sobre la organización convocante –la suspendida Herrira, heredera de las viejas «gestoras pro amnistía» y Askatasuna, ilegalizadas por su naturaleza terrorista– y no sobre los motivos de la manifestación. Es esta circunstancia lo que hace más perversa la actitud del PNV, al prestarse como muleta de los proetarras, tomando el relevo de la convocatoria. Porque nadie debe llamarse a engaño. El PNV sabe que no estaba en cuestión libertad pública alguna, sino el cumplimiento de la Ley. Es una jugada oportunista, que raya en la burla a la Justicia pero que, al menos, tiene la virtud de desenmascarar al nacionalismo vasco, siempre atento a recoger las nueces de la infamia. Con su elección de campo, alineado junto a los herederos de ETA, el PNV confirma su afinidad con quienes pretenden que el proceso de liquidación del terrorismo no se reconozca como una indudable victoria de la democracia española. El propio lema de su convocatoria –«Derechos Humanos, solución, paz»– no deja de ser un insulto a la inteligencia de una ciudadanía que guarda fresca la memoria de lo ocurrido. Los derechos humanos, empezando por el más fundamental de todos, el derecho a la vida, y la paz han sido sistemáticamente conculcados por los terroristas etarras. El ataque pertinaz e inmisericorde contra una sociedad que se afanaba en construir una democracia ejemplar, donde primara el imperio de la ley y las libertades, procedía de los mismos a los que, ayer, el PNV pretendió convertir en víctimas de esa fantasmagoría que llaman «Estado opresor». No hay más opresores en España que los terroristas y sus cómplices, a los que el PNV se presta a dar cobertura con todo el peso de un partido que ejerce labores de gobierno. Su último giro de tahúr es pedir que la manifestación sea silenciosa. No pierden de vista que se han hecho responsables de los delitos de enaltecimiento del terrorismo o desprecio a las víctimas, incluidas las suyas, que se puedan cometer. Esperemos que la Justicia, como siempre, esté vigilante.
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