Grecia

El valor de la estabilidad

LA RAZÓN arranca hoy una campaña a favor de la estabilidad política que abarcará un año clave para el país con las sucesivas citas electorales que pueden marcar el futuro de España. Apostamos sin rodeos por un panorama político centrado, con los equilibrios democráticos ajustados y engrasados, con protagonismo para los dos grandes partidos responsables de la mayor etapa de prosperidad de la historia de la nación. Es el momento de asumir responsabilidades y de comprometerse en tiempos complejos y con amenazas conocidas. En este punto, el último barómetro del CIS reflejó un cambio muy significativo en el mapa electoral. Podemos se situó como segunda fuerza en intención de voto y logró la supremacía en la izquierda, relegando al PSOE. Estamos ante un novedoso escenario, en parámetros parecidos, aunque no iguales, a los de otros países europeos. La inestabilidad aparejada a los nuevos tiempos es peligrosa y supone un riesgo, especialmente en España, para la recuperación ya en marcha de la economía. Podemos simboliza una apuesta de extrema izquierda –así también lo ve la mayoría de los votantes, aunque ellos pretendan ahora enfundarse el traje de la socialdemocracia nórdica– con planteamientos involucionistas del siglo pasado para un país imbricado en una economía global. Cualquier democracia consolidada tiene como valor medular el de la alternancia política. En España, con todos los claroscuros que se quieran, gobiernos más o menos errados, y etapas grises e incluso convulsas, la aportación de las dos grandes opciones políticas a la consolidación del sistema de libertades y a la prosperidad y progreso de la sociedad han sido incuestionables. La alternancia como exponente del Estado de Derecho es un valor regenerador, pero se sustenta indefectiblemente en opciones responsables y de Estado, que no representa Podemos. Por esta razón, es esencial que el PSOE se recomponga y no sucumba ante el populismo extremista que amenaza el valor añadido que representa el tradicional sistema de partidos. Los socialistas están a tiempo de reordenarse y centrarse en una oferta programática y una política atractivas. Se trata de recuperar los afectos perdidos en los votantes y erigirse en esa izquierda responsable que no puede tener como espejo a Grecia, que con Syriza ha acelerado su camino hacia el abismo. España tiene problemas serios y necesita sosiego y capacidad para consolidar la confianza y la certidumbre en el país. PP y PSOE, con sus virtudes y sus defectos, simbolizan esa alternancia imprescindible que nos aleja de los revolucionarios de salón que suponen ese viaje a ninguna parte que no tiene vuelta atrás. Ahora, les toca estar a la altura, renegar del cortoplacismo y entender que los intereses generales, los de España, están por encima de cualquier otro.