Bruselas

España, un país solidario

La Razón
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La Comisión Europea ha asignado a España la tercera mayor cuota de refugiados –14.931– después de Alemania y Francia. Para un país que en menos de una década vio triplicarse su población de origen extranjero, hasta llegar al máximo de 6,7 millones de inmigrantes en 2011, –el 12 por ciento del censo–, comprometerse a recibir un exiguo 0,032 por ciento de personas en demanda de asilo no tiene por qué suponer una grave dificultad. Más aún cuando la sociedad española ha sabido integrar con notable éxito a sus nuevos vecinos, como demuestra, salvo excepciones muy puntuales, la ausencia de conflictos de carácter xenófobo o de marginación social y urbana. De ahí que la postura del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de no entrar en pueriles regateos y aceptar sin mayores problemas la cuota de refugiados que decidiera Bruselas es coherente con nuestra experiencia reciente en materia migratoria y supone un ejemplo de solidaridad con el que pocos ciudadanos se mostrarán en desacuerdo. Satisface, también, el giro dado por el principal partido de la oposición, el PSOE que, tras una primera tentación de llevar el asunto al campo de la reyerta partidista, se ha comprometido a actuar en coordinación con el Gobierno. Una primera muestra es el acuerdo para incluir una enmienda transaccional a los Presupuestos Generales de 2016 que aumenta en 200 millones de euros la dotación destinada para el programa de reasentamiento y reubicación de refugiados, que era de 53 millones de euros. A esta cifra se le añadirán los 6.000 euros por asilado que entregará la Unión Europea a cada país de acogida y los fondos que, en su caso, destinen los ayuntamientos y comunidades autónomas que se han apresurado, en una actitud loable, a colaborar en la emergencia y que serán quienes, a la postre, tendrán que habilitar los cauces de integración. Porque no se trata sólo de recibir y alojar a unas personas, sino de procurar su integración social y laboral durante todo el tiempo que sea preciso. Las ONG que trabajan desde hace muchos años en favor de las víctimas de conflictos bélicos o de quienes huyen de la persecución por razones ideológicas, étnicas o religiosas saben de las dificultades de mantener a medio y largo plazo el espíritu solidario surgido tras la conmoción del primer momento. Asimismo, es de prever, desafortunadamente, que en tanto la comunidad internacional no sea capaz de poner fin a las causas del éxodo, es decir, a las guerras y violencias que se ensañan con sirios, libios, afganos, somalíes, eritreos, yemeníes e iraquíes, el número de refugiados seguirá aumentando y las necesidades de acogimiento, también. España es un país solidario y tiene una nueva oportunidad para demostrarlo.