Francia

ETA está débil, no derrotada

La historia de la lucha antiterrorista en este país está marcada por momentos críticos en los que ETA parecía derrotada y el Estado de Derecho, por unas u otras causas, fue incapaz de mantener la presión y convertir en definitivo lo que se tenía al alcance de la mano. En esos periodos entraron en juego los cálculos políticos de quienes aspiraban a pasar a la historia como aquellos que acabaron definitivamente con el terrorismo o quienes se precipitaron en un proceso como el final de ETA que requería respetar tiempos y reglas hasta que el terrorismo espirara. La banda aprovechó esa debilidad de los responsables de turno para sacar ventaja, recuperarse y volver al asesinato y a la extorsión. En todas esas coyunturas, ETA lanzó señuelos que algunos siguieron. Los errores costaron sufrimiento. Hoy, la democracia afronta una de esas encrucijadas cruciales en las que la estrategia de la banda ha puesto a prueba la firmeza de la política. El Gobierno ha sabido manejarse con eficacia y determinación en medio de una maraña de propaganda y falacia proetarras, y alguna que otra colaboración de otros personajes, incluido algún socialista. No ha perdido el norte ni se ha distraído con cantos de sirena. Las Fuerzas de Seguridad del Estado han mantenido la presión y la Justicia ha acompañado en cumplimiento de su deber constitucional. El Ejecutivo ha acertado de lleno y la secuencia de acontecimientos le ha cargado de razones. No ya sólo porque ETA se mantenga en un alto el fuego permanente que avisa con revisar continuamente, sino porque las investigaciones demuestran que la amenaza, lejos de ser virtual o quimérica, es absolutamente real, más allá de la retórica de Bildu y compañía, de las escenificaciones de los supuestos mediadores y de farsas como el «Foro Social». LA RAZÓN adelanta hoy que la banda terrorista mantiene estructuras operativas en España preparadas para actuar, y que su actividad de aprovisionamiento y logística no se circunscribe a Francia. Conviene, por tanto, no equivocarse ni dejarse arrastrar por relatos capciosos o burdos montajes como el convocado para el próximo sábado en el sur de Francia, con etarras que lo fueron y que hoy están plenamente regularizados, con sus documentos españoles en regla, gracias a la prescripción de sus delitos. Estamos obligados a aprender de los errores del pasado. El Gobierno está en la línea de perseverar hasta la derrota de los etarras. En este camino ha habido dolorosos reveses como la legalización de Sortu y Bildu y su regreso a las instituciones, pero también el acierto de no apartarse ni ladearse de la única política posible que, además de agravar la debilidad de la banda con arrestos, ha causado una fractura cada vez mayor entre ETA y Batasuna a cuenta del futuro de los presos. Una fractura que sólo puede ser beneficiosa para los demócratas.