Barajas
Iberia: hay que parar la huelga
La larga serie de huelgas convocadas en Iberia por los sindicatos de la antigua compañía aérea de bandera española, que se prolongarán hasta la víspera del comienzo de Semana Santa, es una noticia funesta para los intereses generales de España, que tiene en el turismo su principal fuente de ingresos de divisas y es la primera industria del país, con el 2 por ciento del PIB. No estamos, pues, ante un conflicto laboral más y así lo ha entendido el Gobierno que, con la ministra de Fomento, Ana Pastor, a la cabeza, ha intentado acercar posturas entre la empresa, de mayoría británica desde su fusión con British Airways, y los trabajadores. Por su mediación ya se desconvocó una primera huelga en las navidades y se llegó a firmar un acuerdo basado en la reducción de salarios, aumento de la productividad y extensión del ERE en vigor, que fue desestimado por Willie Walsh, consejero delegado de IAG, la empresa resultante de la fusión, que exige una mayor reducción de la plantilla y del tamaño de Iberia, con el cierre de líneas consideradas deficitarias, entre las que se encuentran algunas de claro interés turístico. Esta posición, que alimenta los temores de que Iberia acabe como un simple apéndice de los británicos, ha sido recibida con aprensión por parte de la ministra de Fomento, para quien existen una «líneas rojas» que no se pueden traspasar en aras de los intereses nacionales. Estas líneas son los enlaces insulares con Canarias y Baleares, y con Melilla; la conectividad con Iberoamérica y Guinea Ecuatorial, y el sostenimiento de la nueva terminal del aeropuerto de Barajas, en la que opera principalmente Iberia, que se considera vital para el desarrollo de la industria aérea española, en la que el Estado ha invertido más de 6.000 millones de euros y supone el 15 por ciento del PIB de Madrid. Sin embargo, ni estos condicionamientos estratégicos ni el apoyo a un resultado negociado del conflicto por parte del Ministerio de Fomento, que no descarta un arbitraje y tiene un mandato parlamentario, deberían ser utilizados por los sindicatos de la compañía para extremar sus posiciones y radicalizar el conflicto. Los trabajadores deben comprender que en la actual situación de crisis económica general, con una notable caída del transporte aéreo, desarrollo ferroviario y multiplicación de las aerolíneas de bajo coste, es inconcebible mantener las condiciones laborales de las épocas de bonanza, por más que algunas decisiones empresariales, como la negociación de la compra de combustible o la renovación de la flota, puedan ser más que discutibles. Algunos colectivos en particular, como es el de los pilotos, fugados de la realidad desde hace muchos años, no han contribuido, precisamente, a mejorar las cosas. Es imprescincible acabar con la huelga y volver a la mesa de negociación. En estos momentos, el país no puede permitirse un costoso conflicto en un sector estratégico.
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