Cataluña

Junqueras vampiriza a Mas

Lejos de traer la calma política y de restablecer la confianza de los ciudadanos, el recién estrenado Gobierno de la Generalitat catalana ha tenido el raro privilegio de irritar a la mayoría con sus primeras medidas y de asustar a sus propios votantes. Con tan mal pie ha empezado el equipo que dirige Artur Mas que de celebrarse hoy otra vez las elecciones, sus resultados serían todavía peores que los del 25-N. Según la encuesta de NC Report que hoy publicamos, CiU retrocedería 1,6 puntos y perdería otros dos escaños, con lo cual en apenas tres meses habría pasado de 62 a 48 diputados en el Parlamento autonómico. Como es fácilmente deducible, la gran beneficiaria de este persistente retroceso electoral es ERC, a la que le favorece el discurso separatista de Mas y, al mismo tiempo, no se ve erosionada por las medidas más impopulares, como la subida de impuestos y los recortes. Debido a esta astuta estrategia, la formación republicana que lidera Oriol Junqueras se convertiría plenamente en la segunda fuerza no sólo por número de escaños, sino también por número de votos, superando así al PSC. A nadie debería sorprenderle tales consecuencias, que obedecen a la más elemental lógica política, aunque es verdad que la mayoría de los militantes y votantes de CiU no salen de su asombro ante cómo Artur Mas está tomando decisiones que perjudican sistemáticamente a su formación y que benefician a su verdadero adversario. Empieza a generalizarse la impresión de que la continuidad de Artur Mas es un grave error que tendrá nefastas consecuencias para CiU, en primer lugar, pero también para la recuperación económica de Cataluña. Lo demuestra el hecho de que el 41,9% de los encuestados califique de malo o muy malo el pacto CiU-ERC (frente a un 34,5% que lo valora positivamente) o que sea muy mayoritaria (86,3%) la parte de la población que rechaza la subida impositiva decretada por el Gobierno catalán en su primera reunión. La conclusión a la que conducen todos estos datos es que en Cataluña se ha instalado una sensación de provisionalidad política marcada por ese hipotético referéndum separatista a celebrar en 2014. Así se explica que el 39,7% de los encuestados manifieste su convicción de que el pacto entre CiU y ERC no será duradero. Dicho de otro modo, los catalanes están persuadidos de que la aventura emprendida por Artur Mas de la mano del republicano Oriol Junqueras tiene fecha de caducidad no más allá de 2014. Esto quiere decir que la vida política, social y económica de Cataluña estará condicionada a la realización de una quimera que no tiene respaldo legal, ni jurídico ni constitucional. Al mismo tiempo, la activa clase empresarial catalana ha renunciado ya a que sus gobernantes autonómicos apoyen sus propuestas o, cuando menos, faciliten su trabajo para crear riqueza y empleo.