FBI
La crisis del FBI abre la «trama rusa» de Trump
Cuando tras el juramento de Donald Trump como presidente de EEUU el director del FBI, James Comey –nombrado por Obama–, fue confirmado en el cargo, se interpretó como que el vidrioso asunto de los correos privados de Hillary Clinton quedaba zanjado y se abría una nueva etapa. Parecía que a la Casa Blanca no le interesaba mantener abierta una guerra nada más y nada menos que con el FBI, sobre todo cuando existen fundadas sospechas sobre alguna conexión familiar de Trump con el Kremlin. El motivo esgrimido para el fulminante e inesperado cese de Comey –su mandato expiraba en 2023– es que había mentido al Senado y exagerado los riesgos para la seguridad nacional del uso del correo privado de Clinton para asuntos de la Secretaría de Estado –a la postre, la mejor munición contra su adversaria–, asunto que Trump intentó rentabilizar electoralmente y que la candidata demócrata siempre consideró la causa de su derrota por tan poco margen. La operación ha sido cocinada por el fiscal general aduciendo precisamente que la falta de rigor en el caso del correo privado de Clinton ha desprestigiado al FBI y, entonces sí, la seguridad nacional puede resentirse. Por contra, la caída de Comey ha sido tan espectacular e inusual que ha dejado al descubierto el asunto más turbio que la administración Trump tiene encima de la mesa. La Casa Blanca parece seguir encallada en la trama rusa.
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