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La gravosa factura del independentismo
El presidente de la CEOE, Juan Rosell, lanzó ayer un nuevo aviso sobre las consecuencias del desafío separatista para la economía catalana. Avanzó que lo que ya se empieza a detectar son retrasos en las decisiones de inversión. Parece lógico que, de persistir la inseguridad, las demoras se conviertan en desinversiones. Hace ya tiempo que el desgobierno de Artur Mas pasa una factura gravosa a la economía catalana. Hace unos días, la agencia de calificación Standard & Poor’s describía negro sobre blanco este calamitoso efecto: rebajó la nota de la deuda catalana hasta ubicarla tres escalones por debajo del bono basura. En realidad, Cataluña se financia gracias al Estado, pero, para entender los efectos del separatismo, basta comprobar que, aunque la deuda autonómica no sea exactamente comparable a la nacional, el diferencial entre el bono catalán y el español batió máximos de dos años –230 puntos básicos– tras las elecciones del 27-S. Además, después de conocerse que la Generalitat no paga los medicamentos a las farmacias, ayer se supo que los centros sociosanitarios privados con conciertos no podrán pagar las nóminas de noviembre por los impagos del Gobierno catalán. Las veleidades sediciosas no salen gratis. Los ciudadanos deben saber que Mas y compañía les están robando buena parte de su bienestar y responder en consecuencia.
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