Cataluña
La oferta delirante de la CUP que Mas aceptó
Ayer asistimos a uno de los espectáculos políticos más bochornosos que el «proceso» catalán nos ha ofrecido: Artur Mas responsabilizó a la CUP de no ser investido presidente de la Generalitat. La lista de agravios reveló por sí sola lo que estuvo dispuesto a aceptar para perpetuarse como primera autoridad de Cataluña. Empezando porque admitió que la declaración de independencia del pasado 11 de noviembre en el Parlament se llevó a cabo por petición del grupo anticapitalista, antieuropeo y antisistema. Era algo que sospechábamos, pero oírlo por boca de Mas sitúa a la institución de la Generalitat a un nivel de prestigio inadmisible. Después de esa confesión, ¿cómo es posible que no haya presentado su dimisión? Pero el espectáculo dio para más. Achacó a la CUP de ser «delirantes revolucionarios», algo que también sospechábamos y que él mismo sabía, pero, ¿y si hubiera recibido su apoyo?, ¿lo hubiese aceptado? Es evidente que sí. Sin embargo, siguió negociando con un grupo que le estaba imponiendo un programa prácticamente insurgente. A pesar de esta demostración de inmoralidad política, quiere agotar todos los plazos y esperará a que algunos «revolucionarios» de la CUP cambien de opinión. «La presidencia de la Generalitat no es una subasta de pescado», dijo Mas. Es algo peor.
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