Derechos Humanos
La violencia racial, el enésimo fracaso de Barack Obama
La violencia racial de Estados Unidos se ha dejado sentir en Europa. Y lo ha hecho porque aquí está, para la cumbre de la OTAN –y su posterior visita a España–, Barack Obama. Que su primera declaración al inicio de la que muchos consideran su última gira por Europa trate de la violencia policial y racial en Estados Unidos da fe del malestar que sufre la sociedad norteamericana por las muertes de esta semana. Los acontecimientos de Baton Rouge y Minneapolis manchan la imagen de EE UU y, como apuntan algunos analistas, desautorizan al presidente estadounidense en sus juicios sobre el drama de los refugiados de Siria e Irak en suelo europeo.
Con todo, el clima de violencia en las calles norteamericanas se suma, en opinión de los detractores de Obama, a otros fracasos de su Administración: una reforma sanitaria ampliamente rechazada que sólo ha alcanzado algunos de sus objetivos; una política migratoria con más luces que sombras; la imposibilidad de cerrar el presidio de Guantánamo o la «luna de miel» que su Gobierno ha iniciado con el régimen comunista de La Habana sin que en Cuba hayan vuelto a las calles las libertades y los derechos humanos dan idea de una política de gestos que pocas veces alcanza sus objetivos. Un rosario de fracasos que tiene su apoteosis en la violencia. Un asunto ante el que Obama no ha cesado de mostrar su más firme rechazo a la proliferación de armas entre la población norteamericana. Una nación en la que una buena parte de sus miembros se sienten orgullosos de poseer una pistola o un rifle y que ha hecho que ese derecho se refleje incluso en la Constitución. Las lágrimas de Obama tras la masacre ocurrida en 2012 en la escuela primaria Sandy Hook en Newtown (Connecticut), en la que murieron 26 personas –muchas de ellas niños de corta edad–, no han servido para nada. Su iniciativa de un mayor control sobre las armas, entonces, no halló apoyos en el Congreso. Si aquello no fraguó, nada hace presuponer que las muertes de afroamericanos y de policías de estos últimos días cosechen mejor acogida. Ante la incapacidad de lograr hechos que redunden en el interés común y acaben con la lacra de la violencia racial, ayer, en Varsovia, Obama se volvió a asir a las palabras. Esgrimió en una declaración de 17 minutos la evidencia de que los afroamericanos y otras minorías sufren un trato peor que los blancos por parte de las fuerzas del orden y dijo que esto es un problema que debería preocupar a todos los norteamericanos. Con independencia de cual sea su etnia o raza. También defendió que este llamamiento no es contradictorio con el reconocimiento del trabajo difícil de la Policía, un colectivo al que la población negra en EE UU hace responsable de los mayores abusos. Para acabar su intervención, un sentimiento de fracaso presente y futuro, al menos a corto plazo. Admitió que el legado de la discriminación racial en Estados Unidos, un país de rancia tradición esclavista –al menos en parte de su territorio–, se mantiene y no se resolverá «ni durante mi vida ni la de mis hijas». Hoy, por otro lado, Barack Obama inicia su visita a España. Será la décima de un presidente de Estados Unidos y la primera en los últimos quince años, desde que lo hiciera George W. Bush en junio de 2001. Será difícil que la agenda de la violencia racial de EE UU no marque, al menos en parte, la cita española de Obama.
✕
Accede a tu cuenta para comentar