Buenos Aires

Las palabras de Francisco

La Razón
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En primicia mundial, LA RAZÓN ha comenzado a reproducir las reflexiones con las que el actual Sumo Pontífice, Francisco, dirigió los ejercicios espirituales que los obispos españoles realizaron en 2006. No hay otro documento mejor para conocer la hondura espiritual del nuevo Papa y para siquiera vislumbrar dentro de qué parámetros va a desenvolverse su Pontificado. Por ello, es imprescindible recordar el contexto en el que se desarrollaron aquellos ejercicios, si queremos comprender en toda su extensión el significado de las orientaciones preparadas por el entonces arzobispo de Buenos Aires: se dirigía a los prelados de una nación, España, que en aquellos momentos padecía una grave ofensiva laicista, impulsada desde las instancias gubernamentales, con intrusiones en la familia, la libertad de enseñanza y el derecho a la vida. De ahí que, ya desde la plática introductoria, Su Santidad insistiera en la trascendencia de una de las tres virtudes capitales, como es la esperanza. Virtud que contraponía con las actitudes desesperanzadas que llegaban a anidar en el corazón de las instituciones de la Iglesia. Y advertía Francisco a los obispos españoles: «Ante la magnitud y la complejidad de los problemas que presenta el mundo moderno, la pobreza de las soluciones que están a nuestro alcance se disfraza de riqueza. Una riqueza herrumbrosa, de solas críticas, una riqueza de lo negativo». Previene Su Santidad, a continuación, contra doctrinas vanas y extrañas, especie de solución milagrosa, que sólo debilitan al pueblo de Dios, e insiste a los obispos españoles en que mantengan la memoria de sus mayores, los fundamentos sobre lo que se basa la Iglesia. Pero el núcleo de la meditación, que es toda una declaración de principios, es su llamamiento a perder el miedo, ese miedo que hace ver fantasmas y lleva a reacciones compulsivas: tanto de cobardía como de temeridad. Y advierte: «nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo»; para reafirmar que «un cristiano ha de saber qué cosas tiene que aceptar y qué cosas debe condenar. No se puede dialogar con el enemigo de nuestra salvación: hay que hacerle frente, yendo contra sus intenciones». El mensaje es, pues, claro y conciso: esperanza en la Iglesia, valor para afrontar los problemas y firmeza a la hora de plantear y llevar a cabo las soluciones. Las palabras de Francisco a los prelados españoles en aquel año de 2006 nos llegan ahora como un programa de gobierno, el proyecto de un Papa dispuesto a renovar la Iglesia en aquellos aspectos que lo precisen, pero espiritualmente arraigado a los principios doctrinales e inmutables que conforman nuestra fe, la fe de los católicos del mundo. La fe de la Iglesia.