Constitución

Manipulación nacionalista

Cataluña vive desde hace varios años en una constante movilización. Al clamor de estos actos de masas se acoge Artur Mas para defender que su mandato es seguir la «voluntad del pueblo». Lo dijo el pasado jueves en una entrevista televisiva: «Todo esto no me lo he inventado yo. No es un invento enfermizo de un loco. Es un movimiento de un pueblo». Lo que no añade legitimidad alguna ni, por supuesto, sensatez. El pueblo está en la calle, insisten una y otra vez los independentistas, son millones y, por tanto, su voz debe ser atendida aunque sus aspiraciones se sitúen fuera de la legalidad. Sin embargo, la mayoría de la sociedad catalana no vive en ese permanente estado de presión política y está fuera del control de las decenas de organizaciones que «gestionan» el sentimiento nacionalista y están dedicadas con abnegación mesiánica a fabricar agravios. Una de estas empresas es Official World Record (OWR), una web dedicada a contabilizar el número de asistentes a estas movilizaciones, que ya de por sí da muestra de lo peregrino de su misión. Fue ella la que puso cifra oficial a la «Vía Catalana», cadena humana que recorrió el Principado el último 11 de septiembre. Según OWR, en total participaron 1,6 millones de personas. Esta misma cifra la hizo suya la Generalitat y cualquiera de los líderes del independentismo la utilizó como argumento de que, si más del 20 por ciento de la población catalana se manifestaba, la ruptura con el resto de España era cuestión de tiempo y de más movilizaciones. Sin embargo, ahora se ha comprobado que esos datos no son exactos: otra empresa de igual perfil independentista ha rebajado la cifra manifestantes hasta 700.000. ¿Puede la sociedad catalana estar sometida a la presión de un proceso soberanista que ha perdido el sentido del rigor de manera tan escandalosa? La seriedad es lo último que debe perder un responsable político. Artur Mas argumenta que el «proceso» es «pacífico» y «democrático», sin tener en cuenta que está llegando a un grado de manipulación inaceptable e imponiéndose sobre el resto de la ciudadanía, que sigue siendo mayoritaria, que no tiene margen para la discrepancia y está obligada al silencio. La sociedad catalana se está acostumbrando a los mensajes «pacíficos y democráticos» y cargados de una retórica victimista del presidente de la Generalitat. Mas dijo ayer que en este conflicto no debería haber «vencedores ni vencidos». Mariano Rajoy respondió que «la Ley no puede perder nunca». Ése es el marco para cualquier acuerdo. Sin duda, el proceso separatista cuenta con «líderes paralelos», como la Asamblea Nacional de Cataluña y otros voluntarios dispuestos a proclamar la independencia unilateral como si en ello no estuviera en juego el futuro de los catalanes. Lo inadmisible es que Artur Mas siga al pie de la letra su dictado. Hace falta seriedad.