País Vasco

Ofensa calculada a las víctimas

La historia de la infamia tiene desde ayer un nuevo capítulo. El informe elaborado a instancias del Gobierno autónomo vasco sobre la vulneración de los derechos humanos en el marco del terrorismo etarra entre 1960 y 2013 incurre, una vez más, en la equidistancia entre las víctimas y los verdugos; entre quienes defendieron el orden constitucional, el Estado de Derecho, el sistema democrático, las libertades ciudadanas y la unidad de España, y quienes pretendieron cambiar por la violencia asesina el resultado de las urnas. No hay más casuística que ésta: la banda etarra –marxista, leninista y autogestionaria– intentó cumplir sus fines con el desprecio más absoluto a los derechos humanos. Todo valía para los terroristas: desde el tiro en la nuca al coche bomba, desde el secuestro a la extorsión, desde la mentira hasta la estigmatización de la víctima que se desangraba en el suelo. El acoso a las familias de los muertos, los insultos, los alborotos callejeros, el exilio de los amenazados. Una violencia ejecutada con sistema y método, científica en su estrategia, inmisericorde ante el dolor de los demás. Fanatismo y terror. Éstos son los hechos que nunca deberían ser olvidados y que ninguna manipulación de cifras, fechas y circunstancias podrán cambiar. Ayer, al presentar el informe, el lendakari Íñigo Urkullu pidió «enfrentarse con valentía a la verdad». Esa exhortación, procediendo como procede de un responsable del PNV, el partido hegemónico del País Vasco durante los peores años del terror, provoca la náusea de aquellas víctimas que saben exactamente cuál fue el comportamiento de los dirigentes del nacionalismo vasco frente al terror y sus víctimas y aún tienen presentes las muestras de servidumbre ante los violentos. Pide también Urkullu que se analice el contenido del informe con «una mirada limpia y serena», sarcasmo supremo para unas víctimas que en su inmensa mayoría han demostrado limpieza de corazón, serenidad frente a la muerte de los seres queridos, confianza en la Justicia y en la democracia y ausencia de ánimo de venganza. Lo recordó ayer muy oportunamente y con acierto el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, al explicar los factores que llevaron a la derrota de la banda. La ética de las víctimas, su compromiso con la Justicia fueron tan determinantes como la acción de los hombres y mujeres de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, asesinados a centenares, que cumplieron su labor dentro de las más exigentes normas del Estado de Derecho. ETA está derrotada en lo fundamental, en el plano operativo, pero también moralmente. Falta hacerlo en el plano político, manteniendo la guardia alta frente a los intentos de blanquear su historia y legitimar a sus cómplices. Frente a informes infames como el del lendakari Urkullu.