Teherán

Podemos, ejemplo de doble moral

En demasiadas ocasiones, cuando se exigen estrictas posiciones morales en el ámbito de las Relaciones Internacionales, subyacen otros intereses menos dignos y a nadie se le escapa que el mundo de la diplomacia es proclive al doble rasero y que es capaz de servirse de la propaganda más sumaria a la hora de cubrir unos objetivos que no siempre se plantean con luz y taquígrafos. Por supuesto, el asesinato de un periodista saudí en el consulado de Riad en Estambul, cuyos detalles más escabrosos han sido ampliamente divulgados por el Gobierno de Turquía, es absolutamente execrable y sobre sus autores, materiales e intelectuales, debería caer todo el peso de la ley y el desprecio de la comunidad de naciones, si se prueba la implicación directa del Gobierno saudita. Pero, y es forzoso decirlo, no es menos rechazable que el ametrallamiento de civiles desarmados en las calles de Nicaragua, el asesinato en frío, defenestrado, de un opositor a Nicolás Maduro en Venezuela; las ejecuciones arbitrarias de activistas musulmanes en China, el encarcelamiento sistemático de opositores en Cuba, el uso desmedido de la pena de muerte por delitos menores en Irán o las extrañas muertes de periodistas en Rusia. Podríamos extendernos en la cita de ejemplos donde opera la doble vara de medir de los distintos actores internacionales, pero no sólo se haría excesiva a los efectos buscados, sino que nos obligaría a plantear otras consideraciones morales y jurídicas sobre el sesgo de los medios internacionales a la hora de abordar según qué asuntos, desde los fenómenos migratorios hasta el uso de la alta tecnología de los drones para ejecutar sin juicio a supuestos terroristas. Sirva este preámbulo para denunciar que, ayer, en la Comisión de Defensa del Congreso asistimos a uno de estos ejercicios de doble moral a los que Podemos nos tiene acostumbrados. La formación comunista exigía la suspensión de la venta de armamento a Arabia Saudí, como ya hizo con motivo de la entrega de una partida de bombas con guía laser al Gobierno de Riad, que está empeñado en una guerra en el Yemen, que, en realidad, es un frente más del conflicto que libran saudies e iraníes por hacerse con la hegemonía de Oriente Medio. En ambos casos, los comunistas que lidera Pablo Iglesias, cuya antigua vinculación con los regímenes de Teherán y de Caracas es bien conocida, apuntaban al contrato firmado por los astilleros de Navantia, en Cádiz, con la Marina saudí para la construcción de cinco corbetas, por un montante global de 1.800 millones de euros. Se trata de una operación estratégica de la mayor importancia para España, no sólo por lo que supone de horas de trabajo en una de las zonas del país más castigadas por el desempleo, sino porque sitúa a la industria naval española entre los principales suministradores de buques militares de alta tecnología y le abre nuevos mercados. Podemos, que no protesta, o lo hace con sordina, cuando se habla del rearme venezolano, de los programas de doble uso iraníes o de la intervención militar rusa en Ucrania se alza en adalid moral en este caso. Otra cuestión sería si la comunidad internacional, a través de una resolución de Naciones Unidas aún non nata, o la Unión Europea en su conjunto acordaran establecer un embargo a la venta de armas a Arabia Saudí. La decisión unilateral alemana podrá ser alabada por quienes ya han juzgado lo ocurrido, pero no obliga al resto de los socios. Berlín ya se había negado anteriormente a suministrar armamento pesado a Riad, como los carros de combate «Leopard», aunque sí se los vendió a Turquía, que los empleó contra los kurdos en Siria, o blindados a Pakistán, desplegados en Cachemira, en una demostración clara de que la «real politik» tampoco es ajena a Angela Merkel.