Podemos
Podemos: entre izquierdismo e infantilismo
Pablo Iglesias tiene el poder absoluto en Podemos, pero ha perdido la iniciativa política. Como victoria pírrica puede calificarse su aplastante imposición en el congreso de Vistalegre 2, del que se cumplen ahora dos meses. Ganó el Podemos más radical, el que quería de nuevo tomar la calle, «asaltar los cielos» y el que desprecia las formas parlamentarias. Iglesias, así lo dijo, no quería diputados, sino «activistas institucionales», como atestigua sus escasas iniciativas parlamentarias. Si nos atenemos a la textualidad de esta declaración, cabría interpretar que Podemos renuncia a la democracia representativa y opta por utilizar el «parlamento burgués» en el sentido en el que lo quiso Lenin hace exactamente un siglo, como «caja de resonancia». Sin embargo, el radicalismo de Podemos no quiere decir que se haya situado como fuerza hegemónica de la izquierda española, ni siquiera que sea visto como el partido «de la izquierda» con capacidad de gobierno, sino como una formación populista que basa su estrategia en romper el «régimen del 78». Su herencia es reveladora: no renuncia a sus vínculos con la Venezuela totalitaria de Maduro, sigue anclada en el derecho de autodeterminación y aspira a ejercer formas de control sobre la sociedad civil (el acoso a los medios de comunicación no afines). Podemos es ahora un vestigio de una izquierda que no entendió el socialismo democrático.
✕
Accede a tu cuenta para comentar