Bruselas

Putin avanza en Europa

Cuando Rusia consumó la ocupación de la península de Crimea, Occidente puso el grito en el cielo y advirtió al presidente Vladimir Putin contra cualquier intención de repetir la jugada en otras zonas de Ucrania. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo. El Kremlin está empleando la misma política de hechos consumados en la región de Donetsk, al este de Ucrania, donde grupos armados prorrusos ocupan lugares estratégicos, uno detrás de otro. La táctica rusa está clara para todos. Incluso Alemania, más reacia a apuntar directamente a Putin hace sólo unos días, ayer dejaba claro que está de acuerdo con el resto de socios europeos sobre la necesidad de detener a Moscú, verdadero responsable del levantamiento. Lo cierto es que, al menos de momento, la UE no ha dado con la tecla para presionar a Putin, que se salta uno detrás de otro todos los ultimátum impuestos desde Bruselas. Detrás de tal indecisión, además de la tradicional debilidad de la «política exterior común», subyace la dependencia energética de la mayoría de socios comunitarios del gas ruso. La amenaza de cortar el suministro ha pasado de ser un velado chantaje a una coacción en toda regla. Putin ha advertido por carta a los 18 Estados que más lo necesitan que el gas va a dejar de correr por los suministros de Ucrania si ésta no paga sus deudas, que bien podrían salir de los 11.000 millones que la UE ha comprometido con el Gobierno provisional de Kiev (una primera entrega de 1.610 millones acaba de ser desembolsada). Europa no debe dormirse en los laureles ya que, a medida que Rusia avanza en su estrategia de apisonadora, Bruselas pierde fuerza para negociar. No en vano, Putin ha ordenado forzar la marcha en los últimos días de cara a la negociación en Ginebra de la próxima semana. Cuanto más lejos haya llegado para entonces, más material tendrá para pactar. La salida de este atolladero, en el que Europa se metió al no calcular bien los riesgos de alentar a los proeuropeos ucranianos, no se antoja fácil. Tampoco EE UU ha estado muy acertado. El presidente Obama, cuya popularidad está muy erosionada, da palos de ciego mientras juega la baza de las sanciones económicas, igual que hace la UE. En su discurso en Bruselas el 26 de marzo pasado, Obama trató de tomar distancia de un conflicto que le atañe mucho más de lo que pueda parecer. Por primera vez desde 1991, la paz en Europa se está viendo amenazada y a Washington debe importarle. Baste con recordar el papel americano en las dos grandes guerras europeas del siglo XX. Precisamente ayer, Francia y Alemania conmemoraron en Berlín el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Las palabras del primer ministro galo, Manuel Valls, no deben pasar desapercibidas: «Nunca debemos dar la paz por supuesta en Europa». Y ahora, menos que nunca.