Bruselas
Rajoy, en la defensa de España
El actual debate presupuestario en la Unión Europea es de una importancia capital para España, que se juega no sólo la reducción drástica de los fondos de cohesión, sino también el mantenimiento de las ayudas al sector agrario, sin las que sería muy difícil mantener los niveles de producción y empleo, amenazados por unos países extracomunitarios que exportan a bajo precio merced a unas reducidas cargas sociales y a unas menores exigencias medioambientales. Este es el núcleo de lo que se discute en Bruselas, con dos grandes bloques de países, norte y sur, enfrentados; y allí se encuentra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, defendiendo los intereses de España en un momento de máxima dificultad a causa de la crisis financiera y económica que embarga al conjunto de la Unión Europea y que supone el mejor caldo de cultivo para las posiciones populistas y particularistas de algunos de nuestros socios, que no ven más allá de los viejos estereotipos. Cierto que España no está sola en la pugna y que, además, es uno de los países que articula el bloque de resistencia –con Francia, Italia y Bélgica– frente a la posición extrema de Gran Bretaña y a las reticencias de la potencia alemana. Pero no se debe ocultar que la posición española se complica porque los recortes presupuestarios, de producirse en los porcentajes planteados por la Presidencia del Consejo, obstaculizarán aún más los esfuerzos que está llevando a cabo este país para superar sus dificultades económicas y de financiación. La ventaja –y no menor– es que la defensa de los intereses españoles la lleva un presidente del Gobierno que ha conseguido recuperar buena parte de la credibilidad internacional perdida, que ha demostrado ante los socios europeos que España cumple su palabra y que, además, tiene en su haber la carta de firmeza que le da su resistencia tranquila a firmar precipitadamente el rescate financiero que muchos daban ya por descontado. Y mientras se juega en Bruselas una parte sustancial del futuro de los españoles –basta recordar que hablamos de unos presupuestos que regirán los próximos siete años–, en casa sigue la política menor de una oposición que cifra en papeles apócrifos y denuncias escandalosas de difícil probatura sus esperanzas de volver al poder. Tiempos malos de agitación y propaganda, en el exacto significado de los términos, que poco hacen por ayudar a la principal tarea. Porque el éxito de la lucha contra el desempleo y la posibilidad de recuperar los niveles de inversión y bienestar social perdidos por una crisis que ya dura cinco años también dependen en buena parte de que España sea capaz de mantener sus posiciones en el seno de la Unión Europea. En ello está Mariano Rajoy, y con él deberíamos estar todos.
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