Bruselas

Reforma buena, pero mejorable

El debate sobre la reforma fiscal aprobada por el Gobierno la pasada semana revela que, en líneas generales, ha sido bien acogida por los contribuyentes, si bien contiene aspectos manifiestamente mejorables. Una de las novedades que más rechazo ha concitado es la tributación de la indemnización por despido a partir de los 2.000 euros por año. La polvareda levantada por este concreto asunto ha oscurecido las bondades de la reforma y no parece que política ni fiscalmente (la recaudación sería poco relevante) convenga mantenerlo. En todo caso, sí parece que el ministro de Hacienda está en abierta disposición de negociarlo con los sindicatos, incluso de suprimirlo totalmente. Otro punto que también ha suscitado controversia es que la reducción de los tramos impositivos de siete a cinco establece una horquilla última excesivamente abierta: de 60.000 a 300.000 euros. No parece que los dos extremos deban tener el mismo gravamen, primero por el principio de progresividad y segundo porque afecta de lleno al prototipo de votante popular. Por lo demás, y aunque no se trate de una reforma estructural como en principio había barajado el Gobierno (de ahí que encargara una propuesta a un «comité de sabios»), el nuevo modelo fiscal es netamente positivo por tres razones: una, porque la buena evolución de la economía lo permite, al fin; dos, porque Rajoy cumple su promesa de revertir la subida de impuestos que se vio obligado a decretar en 2011 ante la crítica situación de las cuentas públicas; y, tres, porque beneficia a la mayoría de los contribuyentes. Y se lleva a cabo, además, sin poner en riesgo el objetivo de déficit fiscal, que es la gran preocupación de Bruselas. Merece especial subrayado el apoyo a las familias con hijos y personas dependientes, el mejor tratamiento a los donativos y al ahorro, a la dación en pago y al cine. En cuanto a la empresa y los emprendedores, la reforma también es claramente positiva: se beneficia por diversos conceptos a los autónomos y se baja el impuesto de sociedades del 30% al 25% en dos años. ¿Se podría haber ido más allá y haber demostrado más audacia fiscal para estimular la creación de empleo, sobre todo entre los jóvenes? Posiblemente sí y tal vez habría que mirarse en el espejo de Francia, donde los socialistas no han dudado en rebajar las cotizaciones sociales a las empresas por un importe de 30.000 millones de euros en dos años. Hollande espera así crear un millón de puestos de trabajo y reactivar su mortecino crecimiento. Naturalmente que entre ambos países hay diferencias sustanciales, pero lo cierto es que la capacidad de contratar y de reducir las listas del paro la tienen solamente las empresas y los emprendedores; cuanto más apoyo reciban, más actividad económica y más riqueza generarán.