Bruselas
Revisión de cuentas
La reanudación del curso político tras el paréntesis de la Semana Santa viene marcada por la revisión de las previsiones económicas del Gobierno y por la negociación con Bruselas para elevar el objetivo de déficit de este año. Este mes de abril es el de rendir cuentas ante los organismos europeos y de pasar el examen de reválida con solvencia. España puede presumir de haber hecho los deberes con rigor y responsabilidad, tanto en el terreno de las reformas estructurales como en el del ajuste fiscal. El esfuerzo realizado por los españoles, superior a los 25.000 millones, ha sido el más notable de cuantos se han realizado en la zona euro, como así lo han reconocido incluso los adustos vigilantes alemanes. Esta demostración de seriedad, que ha permitido recuperar la confianza en España de los inversores y de las autoridades comunitarias, es el principal aval que Mariano Rajoy puede exhibir para convencer a Bruselas de la conveniencia de flexibilizar la reducción del déficit, prevista para este año en un 4,5% del PIB. ¿Está la economía española en condiciones de hacer un sobresfuerzo de otros 25.000 millones en un solo ejercicio? Es evidente que no, sobre todo teniendo en cuenta que los indicadores de la propia UE dibujan un encefalograma plano. La evolución de nuestro país en estos últimos meses ha sido más negativa de lo esperado por el Gobierno y no parece que la caída del PIB sea sólo del 0,5% ni que la tasa de paro se estabilice en un 24,3%. Es necesario, por tanto, rectificar las cuentas que se han de enviar a Bruselas con mayor precisión y realismo. Porque con esa misma responsabilidad cabe negociar plazos nuevos para llegar en tres ejercicios a esa meta final del 3% del déficit. Para este año, lo razonable es que el esfuerzo fiscal no sea inferior al 6%, de modo que los recortes no excedieran los 10.000 millones de euros. Sería suicida que la UE apretara aún más las clavijas de la austeridad teniendo en cuenta que el desempleo seguirá al alza y que los ingresos tributarios apenas variarán. Por el contrario, lo que Bruselas debe afrontar con determinación en los próximos meses es la puesta en marcha de políticas de estímulo económico y de creación de empleo, sobre todo para los jóvenes, mediante los fondos comunitarios ya previstos e incluso con nuevas dotaciones. Aunque sea necesario perseverar en el saneamiento de las cuentas y reducir el excesivo gasto público, la reactivación económica necesita de las muletas de la UE, cuyo músculo financiero ha de ponerse a trabajar más activamente. Iniciativas como la presentada recientemente por el Gobierno, en compañía de sindicatos y empresarios, para fomentar el emprendimiento y el empleo juvenil requieren el apoyo comunitario, de modo que el ciudadano perciba que Bruselas no sólo es una fábrica de obligaciones, sino también de estímulos.
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