Gobierno de España
Sánchez, ausente de la política
Se preguntaba ayer el líder del PP, Pablo Casado, cómo era posible que el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, no haya encarado en serio unas negociaciones con el partido Ciudadanos ni, al menos hasta el momento, trabaje en la otra alternativa posible, el pacto de legislatura con Podemos. Ciertamente, la pregunta es oportuna y es, sin duda, la misma que se hacen la mayoría de los españoles, que ven cómo corre el calendario y cómo el Ejecutivo en funciones afronta los problemas que van surgiendo, léase le enésima crisis migratoria, sin una dirección política digna de ese nombre, con todos sus miembros, de vacaciones o no, embargados por un indefinible aire de provisionalidad. Lo que Pablo Casado confirmó ayer es la ausencia, en todos los sentidos del término, de un presidente del Gobierno abocado a superar una nueva sesión de investidura o a convocar elecciones, que son palabras mayores, y que, al parecer, pretende resolver el problema con una política de hechos consumados que, a la postre, transfiera la responsabilidad al resto de los partidos. Un jefe de Gabinete, insistimos, que parece gozar de una interinidad que no le resta un ápice de los privilegios del cargo y le permite, incluso, en contra de las decisiones del Tribunal Constitucional, no responder de sus actuaciones ante el Parlamento de la nación, que tiene constituida la Diputación Permanente y que, sin duda, sería mejor ámbito para tratar situaciones como la del «Open Arms», que el espectáculo de los rifirrafes tuiteros entre la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, y los dirigentes de una ONG, con un buque de bandera española en el límite de la legalidad. Con todo, lo peor no es que Pedro Sánchez haga exactamente lo que reprochaba agriamente al ex presidente Mariano Rajoy –sobre quien, por cierto, no pesaba la aclaración doctrinal del Constitucional que, ahora, obliga a un Ejecutivo en funciones a comparecer ante las Cortes–, con esa doble vara de medir a la que ya nos tiene acostumbrados, sino que parece confiar en una solución sobrevenida por la urgencia. Como si no hubiera hecho mella alguna en su ánimo el ejemplo de las largas, laboriosas y complejas negociaciones que han afrontado los diversos partidos, incluido el PSOE, para conformar gobiernos municipales y autonómicos. Pues bien, como advirtió ayer Casado, ni él ni Albert Rivera ni, por lo que conocemos, Pablo Iglesias han mantenido contacto alguno con Pedro Sánchez desde que éste se fuera a disfrutar de sus vacaciones. Ni la crisis migratoria ni la tensión creciente por un Brexit que se adivina sin acuerdo ni la inaceptable campaña conspiratoria de la Generalitat contra las instituciones del Estado, a las que se acusa, lisa y llanamente, de complicidad en los atentados de Barcelona, ha merecido que el presidente del Gobierno informe a los líderes de la oposición. Mucho menos, claro, que haya tratado de desbloquear la situación de impasse parlamentario de su investidura, que, como ya hemos dicho, parece que se deja al albur de una negociación exprés con los de Pablo Iglesias. Porque, a menos que ya haya tomado la decisión de repetir las elecciones, alentado por los sondeos de opinión y los problemas internos de Podemos, no tiene sentido ni sigue la menor lógica política mantener las mismas propuestas, las mismas posiciones que llevaron a la derrota de su candidatura. El líder popular lo explicó con claridad: no puede contar con su apoyo para la investidura porque sus proyectos políticos y económicos están en las antípodas, pero sí pueden llegar a acuerdos en cuestiones de Estado. Casado, pues, está decidido a cumplir con el papel de líder de la oposición que le han asignado las urnas. Lo que no se entiende es que Sánchez no haga nada por cumplir el suyo.
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