Cataluña
«Tripartito de perdedores», un retroceso para España
Mañana se constituyen las Cortes Generales, los nuevos diputados y senadores tomarán posesión de sus escaños y se nombrará a los presidentes de las dos cámaras y las mesas correspondientes. A partir de ahí, y siguiendo el artículo 99 de la Constitución, «el Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno». Por lo tanto, estamos en el preámbulo del inicio de la XI Legislatura, que se caracteriza por que el Partido Popular, que es la formación más votada, no cuenta con la mayoría absoluta para formar Gobierno. Nada más ser conocidos los resultados de las elecciones del 20-N, algunos partidos se precipitaron poniendo encima de la mesa condiciones inadmisibles para el resto de grupos. Una posición muy infantil: o se juega con mis juguetes o no juego. Podríamos definir ese momento como el de las «líneas rojas», que representan de manera especial Podemos (ayer puso otra: tener cuatro grupos parlamentarios), con su condición de realizar un referéndum de independencia en Cataluña, y el PSOE, con su propuesta de «gran coalición progresista», sin concretar que dicho acuerdo debería incluir a los grupos independentistas. Pero hay que dejar las líneas insalvables y centrarnos en los acuerdos posibles. Pedro Sánchez debería esbozar una propuesta creíble y seria: no puede proponer un acuerdo con Podemos y, días después, descartarlo y ofrecérselo a Ciudadanos. Ayer, además, abrió la posibilidad de una reforma federal de la Constitución. No se puede formar un Gobierno a golpe de bandazos tácticos. Sánchez debería saber –y lo sabe– que entre Pablo Iglesias y Albert Rivera hay un punto irreconciliable, según ha manifestado el propio líder de Ciudadanos: España no va a entrar en un proceso constituyente y menos todavía va a aceptar el derecho de autodeterminación. Rivera sabe que sus 40 diputados pueden ser claves en este momento, pero convendría que clarificara su posición y, sobre todo, que actuase con responsabilidad. La estabilidad debe partir de que se respete al partido más votado y se descarten acuerdos de intereses con poco futuro. Mariano Rajoy envió ayer un mensaje a Rivera sobre lo que supondría un «tripartito de perdedores»: formar un Gobierno que no llevaría a ninguna parte y que no resolvería los problemas y, además, que iría en contra de la voluntad de los españoles. El centro al que aspira Ciudadanos no debería ser una posición ambigua, sino un compromiso por la gobernación, que es lo que necesita en estos momentos nuestro país. La opción más realista y factible, la que asegura estabilidad y crecimiento, la que permitiría emprender reformas y conseguir amplios apoyos, es la que agruparía a PP, PSOE y Ciudadanos. Rajoy planteó ayer de nuevo esta fórmula, pero con una sola condición: se debe ceder en el «programa de máximos». Lo importante, por lo tanto, es encontrar el común denominador y acordar un plan de reformas económicas y políticas claras. En política hay que evitar las fórmulas «creativas», algo por lo que se sienten fascinados los «emergentes», y ensayar experiencias que en otros países con democracias fuertes y viejas ha funcionado (es el caso de Alemania, Austria, Holanda, Finlandia o Suiza). La legislatura que comienza ahora necesita acuerdos sólidos y con futuro, algo sobre lo que PSOE y Ciudadanos deberían reflexionar. Sólo una gran coalición con un programa claro permitiría un Gobierno con futuro.
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