Unión Europea
Trump desafía a la Unión Europea
Todavía digiriendo el discurso de Donald Trump en su toma de posesión de la presidencia de Estados Unidos, los peores augurios se van confirmando: su mandato puede ser un verdadero riesgo para la estabilidad mundial, y puede situar, además, a Europa como uno de los frentes en los que abrir una brecha de su nueva política aislacionista y antiatlantista. Lo que propone Trump es cambiar el marco de relaciones con sus aliados europeos, que se mantiene en lo fundamental desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En su discurso inaugural dejó algunas frases memorables que, tomadas al pie de la letra, desbaratan cualquier intento de política multilateral, como que EE UU pone los muertos y el dinero. El mensaje lo dejó claro: «América primero». En el punto de mira del nuevo inquilino de la Casa Blanca está la UE, a la que considera una vieja estructura al servicio de Alemania. El pacto comercial entre EE UU y la UE –las dos potencias que acaparan casi el 50% de PIB mundial–, en el que Obama se empeñó a fondo –con unas condiciones en muchos puntos inasumibles para este lado del Atlántico–, quedaría ahora del todo aparcado si se aplica la doctrina Trump. La UE, que siempre contó con el apoyo de la Administración norteamericana, también sirvió de contención de la gran potencia comunista hasta la caída del Muro hace 30 años. Los intereses de Trump son otros, según ha anunciado, y el enemigo histórico puede ser ahora un aliado que es recibido con los brazos abiertos, Putin, que sigue viendo en Washington a su único interlocutor frente a la Unión Europea, la cual no deja de ser un cúmulo de pequeños estados sin dirección política. Está claro que el Brexit ha marcado un punto de inflexión en el proyecto europeo: es la primera vez que uno de sus miembros fundadores abandona el barco, un socio, además, preferencial, con el que Trump quiere firmar de inmediato acuerdos comerciales que, por otra parte, coinciden con los intereses del Gobierno de Reino Unido. Si, además, se deja de considerar a la OTAN como la estructura militar más adecuada para los intereses de EE UU, puede anticiparse que va a haber un cambio en las relaciones trasatlánticas, precisamente en un momento en el que Europa es incapaz de tener una política internacional común. Angela Merkel manifestó ayer su confianza en estas relaciones y aseguró que ella seguirá trabajando para fortalecerlas. La preocupación por el discurso de Trump en las escalinatas del Capitolio es evidente y no será fácil encontrar puntos en común para relanzar la cooperación. Las causas de la actual crisis de la UE no deben derivarse de la elección de un presidente de EE UU que ni cree en ella, ni le es útil para sus intereses estratégicos y comerciales, sino del propio proyecto europeo. En estos momentos, se ha abierto una falla en la estructura política, de la que el primer temblor grave ha sido la salida de Reino Unido, pero que puede ser seguido de otros movimientos. La primera cita importante serán las elecciones presidenciales francesas, el próximo 23 de abril –y el 1 de mayo en segunda vuelta–, en las que el Frente Nacional de Marie Le Pen, un partido que propugna la desaparición de la UE, tiene serias aspiraciones al Elíseo. Otra prueba de si estos partidos de populistas avanzan arrastrados por el fenómeno Trump lo tendremos el 14 de marzo con las elecciones holandesas, donde el xenófobo Geert Wilders espera mejorar sus resultados. El ciclo electoral europeo se cerrará el 1 de septiembre con los comicios alemanes, en los que Merkel debe revalidar su elección y afianzarse como la líder del proyecto europeo, aunque antes se anuncian batallas importantes si se cumplen las amenazas de Trump de aplicar aranceles de hasta el 35% a los automóviles alemanes.
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