Lucha contra el desempleo
Un cambio de tendencia
El balance económico y laboral de 2013 es esperanzador. Más aún después de conocer los datos del mercado de trabajo de diciembre, que la prima de riesgo se situó por debajo de los 200 puntos básicos (193) por primera vez desde abril de 2011, que la inflación cerró en el 0,2% y que la confianza del consumidor se posicionó 26,7 puntos por encima de la situación de hace un año. El repaso a los resultados del empleo no admite otro calificativo que el de histórico, pues hablamos de un comportamiento casi insólito por lo positivo después de una travesía del desierto que algunos agoreros pronosticaron como interminable bajo las políticas del Partido Popular. La realidad se abre camino y es otra muy distinta. El paro registrado en el último mes del año bajó en 107.570 personas, su mayor caída en este periodo dentro de la serie histórica, que arranca en 1996, y la segunda más notable en cualquier mes. De este modo, 2013 cerró con 4,7 millones de desempleados, tras bajar 147.385 en el conjunto del ejercicio. De la relevancia de esta evolución del desempleo y de su significado sobre el comportamiento futuro de la actividad y la creación de puestos de trabajo da idea de que se trata del primer descenso anual desde 2006 y de que estamos también ante la mayor caída anual desde 1999. Es más, el resultado es aún más clarificador si se compara la situación con 2012, cuando el paro aumentó en 426.364 personas. La relación de buenas noticias para el talón de Aquiles de nuestra economía es todavía más trascendente en el caso de la Seguridad Social por cuanto tiene de termómetro certero de la temperatura económica. En diciembre, el mercado laboral ganó 64.097 afiliados respecto a noviembre, y se convirtió también en el mejor mes desde 2001. Para quienes estaban dispuestos a criminalizar los datos fueran los que fueran, tampoco servirá en esta ocasión el balance desestacionalizado porque también resultó bueno: la afiliación aumentó en 38.157 efectivos mientras que el paro bajó en 57.645 personas. La mejora en la afiliación llegó además en un mes especialmente complicado para el empleo porque las empresas aprovechan la recta final del año para ajustar plantillas. De hecho, de los últimos 44 años sólo en 17 bajó el paro en el último mes. Si el músculo de la recuperación depende en buena medida de los emprendedores, como ha remarcado el Gobierno en su discurso económico, 2013 se convirtió en el primer año de la crisis en el que el número de autónomos creció. Lo hizo en 25.689.
Hasta aquí las estadísticas que retratan el estado del mercado de trabajo de forma objetiva. La interpretación de las mismas admite pocas lecturas distintas al de un evidente rebrote de la actividad y, por tanto, de la contratación, ligados a un todavía incipiente crecimiento económico. Obviamente, lo recogido hasta aquí no ha sido fruto de un milagro ni de circunstancias coyunturales, sino la consecuencia de un pulso político y de una dirección económica emprendidos y mantenidos por el Gobierno que preside Mariano Rajoy. Lo acontecido hasta la fecha no debería haber sorprendido a nadie. El propio presidente avisó de una larga y dura marcha, marcada por la exigencia y los sacrificios, inevitables para recuperar los equilibrios de la economía, superar la recesión y encauzar el crecimiento. Con la situación heredada por este Gobierno, y el contexto internacional en curso, era impensable remontar la crisis de forma súbita y sin consecuencias. Los milagros en economía no son de este mundo. Hoy, a comienzos de 2014, los indicadores, incluido el principal para nosotros, el del empleo, nos permiten sostener con razones fundadas que estamos ante un cambio de tendencia y que esa mejora no puede desvincularse, sino todo lo contrario, de la agenda reformista del Ejecutivo, especialmente la laboral. A día de hoy, parece difícil, por no decir imposible, que la recuperación en marcha y el descenso del desempleo hubieran sido posibles sin el paquete de iniciativas estructurales acometidas hasta la fecha, y cuyas consecuencias son palpables aun con bajísimas tasas de actividad. Como ejemplo sirva que en diciembre se firmaron 1,29 millones de contratos nuevos, 230.000 más que el mismo mes de 2012.
Es cierto que, sobre todo en economía, el tiempo da y quita razones, aunque no se trate de una ciencia exacta. LA RAZÓN se posicionó ya desde el principio en el apoyo a una política económica reformista, rigurosa, de consolidación fiscal y de fomento y estímulo a la actividad, a sabiendas de que el camino elegido era, aunque correcto, el más duro. A diferencia de otros medios, incluso afines al Gobierno, que se movieron entre el escepticismo y la defensa del rescate, desde estas páginas refrendamos nuestro claro compromiso con esas políticas en las circunstancias más desfavorables porque nuestra convicción era y es que la España del gasto y del despilfarro nos había abocado al colapso y que era necesario un giro de 180 grados.
En este punto, no nos sorprende que socialistas, comunistas y sindicatos fueran incapaces ayer de apearse de su discurso catastrofista, el mismo que han mantenido en estos años de legislatura, tras conocer la histórica caída del desempleo de diciembre. Tratan de disimular sus responsabilidades en la situación de cientos de miles de españoles con una retórica que no convence a una opinión pública cada día más alejada de una oposición radicalizada y sin alternativa.
Pese a todo, la reacción del Gobierno, contenida y prudente, fue la adecuada, tan diferente de las teatralizaciones de la Administración socialista. España padece aún serios desajustes y problemas, el primero el que afecta a esos 4,7 millones de personas que quieren trabajar y no pueden. Todo ello exige mantener un ritmo alto de reformas para hacer más ágil y competitiva la economía española, consolidar el cambio de tendencia y acelerar la creación de puestos de trabajo.
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