Andalucía

Una oposición equivocada

Aferrada al «caso Bárcenas» como una tabla de salvación en medio del naufragio, la oposición de izquierdas ha empezado el curso con todo un catálogo de amenazas contra el Gobierno del PP, que van desde la agitación callejera que ayer anunció el líder comunista Cayo Lara hasta la campaña de saturación del PSOE en el Congreso para desestabilizar al presidente Rajoy. Lo deseable y habitual en una democracia fuerte es que la oposición no sólo critique los errores del Gobierno, sino que además proponga alternativas viables y persuada a los ciudadanos de que ella lo haría mejor. Por desgracia, no es el caso en España. Socialistas y comunistas se han embarcado en una competición populista a ver quién jalea más el malestar originado por la crisis y quién riza con más osadía el rizo de la demagogia. Que nadie espere la presentación de un programa económico realista, de unas reformas audaces para crear empleo o de una política de reajuste fiscal medianamente creíble. El PSOE prefiere parapetarse en el «caso Bárcenas», al que parece haber uncido su suerte para remontar la debacle en las encuestas y para tapar los graves casos de corrupción que le afectan en Andalucía. Con todo, lo más grave es la intención de trasladar a la sociedad una realidad sesgada y manipulada hasta el hartazgo. A los dirigentes del PSOE se les supone experiencia de gobierno y ambición legítima de recuperarlo por las urnas. Pues bien, su política de oposición desmiente ambas premisas. No han pasado aún dos años desde la victoria electoral del Partido Popular, con una clara mayoría absoluta. En la derrota del PSOE influyó decisivamente el hecho de que el anterior Gobierno socialista se vio sorprendido, por emplear un término amable, por una crisis de alcance mundial que, primero, no supo prever y que, luego, manejó con unas decisiones en materia económica absolutamente insuficientes. Un país con una de las deudas sobre el PIB más aseadas del mundo pasó a deber, sólo en intereses de los créditos, el mismo dinero que todo el presupuesto que dedica el Estado a la sanidad. La Hacienda pública española estaba quebrada, los mercados internacionales daban por descontado nuestro rescate y faltaba, incluso, tesorería para afrontar los subsidios de la ingente legión de parados. El actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, miembro destacado de aquellos gobiernos, no puede ignorarlo, so pena de caer en un ejercicio de cinismo como se han visto pocos. Tampoco lo han olvidado la inmensa mayoría de los españoles que, a la postre, han tenido que arrimar el hombro para salir de la crisis. Pueden los socialistas –a la izquierda comunista se le presupone– agitar la demagogia para desestabilizar al Gobierno, pero por mucho que agiten los espantajos, la ciudadanía tiene buena memoria.