España

Una Policía ejemplar

El pasado 22 de marzo, a raíz de una manifestación convocada por diversos movimientos de izquierda, que transcurrió pacíficamente hasta poco antes de su finalización, Madrid fue escenario de un inédito episodio de guerrilla urbana protagonizada por grupos antisistema que se caracterizó por su violencia extrema, la coordinación de los ataques y la saña contra los policías encargados de garantizar los derechos de los ciudadanos. Los vándalos, muchos de los cuales procedían de organizaciones que rayan en el terrorismo, cuando no forman parte de su siniestro conglomerado, consiguieron romper las líneas policiales y aislar a algunos grupos de agentes que fueron atacados con todo tipo de armas blancas y objetos arrojadizos. El resultado, bien conocido, fue de 67 heridos entre las unidades antidisturbios y miembros de la Policía Municipal. De la investigación interna llevada a cabo por Interior –y de la que ayer dio cuenta ante el Congreso el director general de la Policía, Ignacio Cosidó–, se desprende que se produjeron algunos fallos de comunicación y de información entre las fuerzas actuantes, lo que le ha costado el cargo al responsable de las Unidades de Intervención Policial de Madrid pero, también, que es preciso mejorar los equipos de protección pasiva de los agentes, reorganizar el despliegue y reforzar los medios de mando y control. Sin embargo, se pueden extraer otras conclusiones no menos significativas. La primera, y más importante, la constatación de la profesionalidad de unos policías que mantuvieron la serenidad y la disciplina en condiciones de violencia extrema, potencialmente muy peligrosa para ellos y para los ciudadanos. Son la prueba de que tenemos unos Cuerpos de Seguridad que son el fiel reflejo de una nación democrática y de Derecho como es España. La segunda conclusión atañe a los sectores de la oposición que, a nuestro juicio, han equivocado el objetivo de sus críticas. De lo ocurrido en Madrid el 22 de marzo, los únicos responsables son los delincuentes que provocaron unos incidentes graves, saltándose la Ley y actuando al margen de la sociedad. Pero, también, aunque en mucho menor medida, los organizadores de la manifestación, que pasaron por alto los indicios y avisos de la infiltración de los grupos antisistema, atraídos desde toda España, entre otras razones, por una convocatoria que apelaba al ejercicio de la «democracia popular» y que deslegitimaba el resultado de las urnas. También ellos, los convocantes y los grupos de oposición que hoy reclaman responsabilidades al Gobierno, deberían llevar a cabo un análisis en profundidad de lo sucedido, por si algunas actitudes radicales que ponen en duda los mecanismos democráticos, emanadas, incluso, desde el arco parlamentario, pudieran contribuir a generar un clima de violencia callejera como el vivido en la capital de España.