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Una vuelta de tuerca de la yihad

La desarticulación de una célula yihadista que operaba en diversas poblaciones catalanas con el objetivo director de atentar en nuestro territorio ha provocado una justificada preocupación. El alarmismo sin fundamento no es aconsejable cuando estamos hablando de unas organizaciones criminales con unos métodos operativos indiscriminados y de una crueldad sin límites. Entre los objetivos del yihadismo está amedrentar a las sociedades libres e imponer la lógica del miedo por encima de los derechos cívicos, de manera que crear una situación de temor generalizado sea clave para su estrategia de dominación. Pero en el caso del grupo desarticulado en Cataluña, no hablamos de un alarmismo gratuito, sino fundamentado en hechos concretos que deben ser administrados con responsabilidad y cuidado. Según ha revelado la investigación, esta célula formaba parte de una autodenominada «Fraternidad islámica para la predicación de la yihad», afín al Estado Islámico (EI), y entre sus planes estaban el secuestro y ejecución con la puesta en escena habitual del EI: vestir a la víctima con un mono naranja, decapitarla, grabar la muerte y distribuir el vídeo siguiendo la espectacular metodología empleada por este grupo. Las escuchas telefónicas realizadas por la Policía autónoma catalana han llevado a confirmar que, aunque en estado embrionario, el objetivo del grupo era cometer un atentado de estas características cuya repercusión, como no podría ser de otra manera, fuera impactante, ya que se trataría de la primera decapitación en un país europeo por una célula del Estado Islámico. Siguiendo las mismas fuentes, entre los objetivos de la célula estaba secuestrar a la directora de una entidad financiera con el objetivo de pedir un rescate para poder financiar las actividades. En el auto del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz también se hace constar que hubo un intento de atentado contra una librería judía de Barcelona. Finalmente, la puesta en marcha de la «operación Caronte» impidió que se llevasen a cabo estos atentados, aunque marca un antes y un después de esta organización yihadista en nuestro país. El que tuviera la intención de atentar en nuestro territorio, y que, además, planease una decapitación, el método de ejecución por el que EI se ha hecho célebre, ha puesto en máxima alerta a nuestras Fuerzas de Seguridad. La Generalitat debería revisar sus políticas de inmigración, pues hay un hecho objetivo que merece un análisis sereno: la mitad de las mezquitas salafistas, que es la facción más radical del islam, están instaladas en poblaciones catalanas. Por último, es irresponsable hacer campaña a favor de la independencia de Cataluña en los templos de culto musulmán, porque no son el lugar indicado para el proselitismo político.