Castilla y León

Vuelve la inversión extranjera

Durante el año 2013, la inversión extranjera directa en España fue de 15.813 millones de euros, lo que representa un 8,8 por ciento más que en el año 2012. La trascendencia económica de estas cifras se aquilata si consideramos que, en términos netos, esta inversión supone unos ingresos de 15.398 millones de euros –un 1,5 por ciento del PIB español–, frente al saldo negativo de 2012, que fue de 3.091 millones de euros. Las comunidades de Madrid y Cataluña, en parte por el efecto sede, acaparan la mayor parte de las inversiones –el 54,6 por ciento del total para Madrid y el 22,2 por ciento para Cataluña–, aunque es de destacar que otras regiones, como Castilla y León o Murcia, se están convirtiendo en polos de atracción importantes. Esta recuperación inversora es un dato, uno más, que confirma que la economía española está remontando con fuerza la crisis y que se consolida el cambio de ciclo. Hablamos, además, de inversiones productivas, con incidencia directa en el crecimiento y en el empleo, de unos capitales que han recobrado la confianza en España como un lugar atractivo para los negocios. En efecto, son muchas las ventajas que presenta actualmente nuestro país para los mercados internacionales. Entre ellas, podemos destacar la seguridad jurídica de una democracia consolidada y con una economía cada vez más abierta; su alto nivel de competitividad, tanto por el incremento de la productividad –uno de los frutos de la reciente reforma laboral– como por la formación de sus trabajadores; la existencia de una red de infraestructuras del transporte y de las telecomunicaciones de primer nivel, y una situación geográfica que nos convierte en el país de la Unión Europea con mejor proyección en los mercados de Iberoamérica y el norte de África. Ciertamente, muchas de estas fortalezas ya existían, pero se opacaban ante las deficiencias de una gestión de la crisis que invitaba a la huida de capitales, más que a la inversión. Mucho tiene que ver el cambio de rumbo impulsado por Mariano Rajoy, con unas cuentas cada vez más saneadas, el sistema financiero recuperado y un programa de reformas que, entre otras cuestiones, liberaliza la competencia de los mercados. Por fuerza, debe culminar con un mayor ritmo de crecimiento y creación de empleo. Pero, además, la vuelta de la confianza en España se produce en una coyuntura internacional compleja, en la que los llamados «países emergentes» comienzan a presentar desequilibrios estructurales graves, en unos casos, o pierden atractivo ante la deriva política populista de sus gobiernos, en otros. Los beneficios de un país estable, que cumple con sus compromisos y paga sus facturas, compensan así las ventajas de otros mercados mucho más grandes, pero que carecen de unas reglas de juego convincentes.