La situación

El exaliado americano

«Europa se ha engañado a sí misma durante décadas, entregando su seguridad en las ajenas manos de Estados Unidos»

Pasado un mes desde la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, firmadas cientos de órdenes presidenciales, convocadas decenas de ruedas de prensa, iniciadas purgas en la administración, la judicatura y el ejército, y publicados incontables mensajes en las redes sociales, quizá haya llegado el momento de extraer la conclusión de que el aliado trasatlántico que hemos tenido las democracias europeas desde la derrota de Hitler en 1945 está en vías de no ser por más tiempo nuestro aliado.

En este mes se ha evidenciado que Donald Trump presiona, agobia y hasta insulta a los países de la Unión Europea; que desprecia y ningunea a Ucrania y a su presidente, al que califica de dictador; y que compadrea con el verdadero dictador, que tiene su despacho en el Kremlin. Es el mundo al revés y, si Europa no acepta pronto la realidad, esa realidad nos pasará por encima y nos podría triturar. Porque si Trump facilita que Ucrania capitule ante Vladimir Putin, ¿qué actitud adoptaría Washington si el sátrapa ruso enviara sus tanques a las repúblicas bálticas, o a Finlandia, o a Polonia, o a Suecia?

Europa se ha engañado a sí misma durante décadas, entregando su seguridad en las ajenas manos de Estados Unidos. Y hemos tenido la suerte de que en el Despacho Oval había presidentes partidarios de sostener un bloque occidental firme en la determinación de defender los valores democráticos frente a los líderes soviéticos, primero, y frente a Putin, después. Pero Trump es un devoto de los autócratas y aspira a ser uno de ellos. No lo consiguió en su primer mandato, pero la mayoría de sus conciudadanos le han concedido una segunda oportunidad.

Si a principios de los años 40, en lugar de Roosevelt hubiera habido en la Casa Blanca alguien como Trump, jamás los soldados americanos habrían protagonizado la heroicidad de Normandía, y quizá la Europa Occidental democrática que hemos conocido desde entonces hubiera sido, como lo fue durante el dominio nazi, un continente repleto de esvásticas, desde Francia hasta el oeste de la URSS. Esto, que pareciera la elucubración de un novelista, por desgracia no lo es.