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Los puntos sobre las íes

No es Francisco, a Dios gracias

León XIV tiene buena pinta. Y es un hombre bueno

Que la nación más importante sobre la faz de la tierra no hubiera tenido un Papa clamaba al cielo. Ha habido 17 franceses, 11 griegos, cuatro alemanes, dos españoles, un polaco, un argentino y 211 italianos pero jamás un estadounidense. Un auténtico anacronismo teniendo en cuenta que son los más influyentes además de los más ricos, que su población católica roza los 60 millones, que el cristianismo en sus diversas modalidades es mayoritario y que allí nacen todas las tendencias, desde las políticas hasta las tecnológicas, pasando por las culturales, las de la moda, las deportivas e incluso las lingüísticas. Amén de un detalle no precisamente anecdótico: la sucursal estadounidense es la primera contribuyente a las arcas vaticanas. Por eso tiene todo el sentido del mundo que el nuevo jefe de una Iglesia de Roma en horas bajas provenga de la gran superpotencia mundial, entre otras cosas, porque contará con la complicidad de los grandes medios estadounidenses, los más poderosos del orbe, del artisteo hollywoodiense, de las universidades, del todopoderoso sector financiero y (esperemos) de la Casa Blanca. Robert Francis Prevost no se ha significado apenas políticamente y de él se dice que es, ante todo, un hombre bueno, lo cual no está nada mal teniendo en cuenta la personalidad de un antecesor más proclive al enfrentamiento que a la concordia. No se trata de un duro o un conservador, tampoco de un cómplice del enemigo como Francisco, sino más bien de un apóstol del consenso. Y, por encima de todo, de un hombre de fe. Desconozco si la presencia de Trump en la Plaza de San Pedro el 25-A ha tenido algo que ver en su designación pero, como quiera que no creo en las casualidades ni tampoco en las coincidencias, intuyo que la larga mano de la Casa Blanca está detrás de esta fumata blanca que dibujó en el horizonte romano 13 barras y 50 estrellas. Las cuatro horas de Trump en la Ciudad Eterna fueron las mejor aprovechadas de la historia: desatascó el proceso de paz en Ucrania y quién sabe si la cooptación del enésimo sucesor de Pedro. El desafío local de Prevost será convertir el catolicismo en la religión number 1 en EEUU, tarea en la que contará con la ayuda de esa población latina que es de largo la de mayor crecimiento demográfico. Pero su reto universal consistirá en devolver la gloria perdida a una institución que observa, impotente, cómo las iglesias sólo se llenan en bodas, bautizos y funerales. El católico prototípico cogió las de Villadiego por los miles de casos de pederastia destapados, muchos encubiertos desde las más altas instancias, por la afición de Francisco a hacer el juego al neocomunismo y por sus constantes salidas de pata de banco. Como ésa en la que cuasijustificó el atentado yihadista en Charlie Hebdo. Y si quiere encandilar a la juventud habrá de hablar menos y hacer más que Bergoglio en materia sexual, aceptar definitivamente a esa población gay que continúa estigmatizada por la doctrina, derogar el celibato y situar a la mujer en plano de igualdad con el hombre. Hay quien sostiene, trazando una analogía histórica, que con la elección de Prevost se quiere parar los pies a Trump de la misma manera que la irrupción de un Wojtyla que venía del otro lado del Telón de Acero sirvió para dar la estocada a la dictadura soviética. No sé si Prevost será Wojtyla, Dios quiera que sí, pero Trump no es Breznev. Sea como fuere, León XIV tiene buena pinta. Y es un hombre bueno, que no es moco de pavo viniendo de donde venimos.