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Tribuna

Hamás y Gaza. La doble vara de medir

Claro que hay doble vara de medir, las propias Naciones Unidas son el ejemplo más claro, cuyo número de resoluciones contra Israel supera con creces cualquier otro conflicto de la sociedad global

Cada vez son más numerosas las protestas en Gaza contra Hamás y el resto de las organizaciones terroristas que actúan en la Franja, sobre las cuales, por cierto, no parecen merecer atención alguna por parte de los medios de comunicación. Ni sobre las diferentes facciones terroristas en el terreno ni sobre las protestas, consideradas, quizá, como hechos aislados de poca trascendencia. Pero al borde de la muerte, una manifestación de las víctimas protagoniza una dimensión mayor sobre el espanto que cualquier otra. Protestar en nuestras cómodas y seguras sociedades no posee mucho mérito, especialmente cuando un ruandés, un yemení, un sudanés y tantos otros buscan con sus ojos abiertos su bandera o una pancarta que se dirija a ellos, a su tragedia, a su hambre, a su conflicto y a su muerte.

El último informe Mundial sobre las crisis alimentarias, publicado hace unos días de este mes de mayo, avergüenza a todo el planeta. Casi 300 millones de personas en 53 países se encuentran ante al abismo, un abismo producido por las guerras y los conflictos particularmente en veinte de ellos, pero sólo uno, el de Gaza, cobra su protagonismo repetido. Un protagonismo que, a estas alturas de los acontecimientos y de las retóricas y eslóganes, se ha desprendido ya de la causa humanista. Las pancartas y los comunicados se han despojado de sus intenciones ocultas y abiertamente se muestran como son: ideología. Ni derechos humanos, ni derecho internacional humanitario, ni principios y valores morales, puro interés político. La indiferencia es el indicio más acusador. El sesgo informativo, político y académico ante el dolor ajeno se vuelve distante, frío y gris ante las muertes de los conflictos no mediáticos. No merecen su atención porque en sus cálculos no son rentables, y además no hay judíos por medio, porque sin judíos no hay noticia, aunque se ofrezcan todas las demás variables: hambre, guerra, desplazamiento.

Podría parecer tal vez frívolo, pero es como Eurovisión y su escándalo, esa bofetada de dedos abiertos que se ha oído hasta en Jerusalén, que con tanto acierto describió el ministro israelí de la Diáspora. Si la ocurrencia ahora, tras el enorme desaire de los votantes a la soflama moralista de la televisión pública, es aplicar la misma vara de medir, me pregunto si Azerbaiyán no tendría también que abandonar el concurso tras su invasión en Nagorno Karabaj. País musulmán, por cierto, cuyo jurado le dio la máxima puntuación a Israel, para rizar más el rizo a quien quiera prestarse a analizar con más imparcialidad la fontanería de la competición.

Claro que hay doble vara de medir, las propias Naciones Unidas son el ejemplo más claro, cuyo número de resoluciones contra Israel supera con creces cualquier otro conflicto de la sociedad global, aunque se entiende obviamente porque la propia Carta de los Derechos Humanos es trasgredida por casi las tres cuartas partes de sus componentes que carecen de democracias reales en sus propias sociedades -que la República Islámica de Irán presidiera, porque le correspondiese el turno, la comisión de derechos humanos es inmejorable como ilustración.

Pues bien, hace sólo unos días, el Comité para la Protección de los Periodistas expresó su alarma por la indefensión que sufren en Gaza. En su informe, titulado «Periodistas de Gaza denuncian intimidación, amenazas y agresiones de Hamás», se lamentan abiertamente de la escasa cobertura mediática que se da sobre este hecho, lo que nuevamente pone en tela de juicio la información procedente de las fuentes en manos de las organizaciones terroristas. Cientos de pruebas se acumulan en despachos y en redacciones de medios: túneles bajo hospitales y escuelas, centros de operaciones en sus propios interiores y en simples viviendas civiles… y a lo que habría que sumar, evidencias complementarias, como la entrevista de Sami Abu Zuhri, un alto funcionario de Hamás, asentado cómodamente en Qatar, al referirse a las bajas en Gaza como meros «cálculos materiales», noticia de la que se hizo eco Times of Israel, al hacerse viral la indignación que ha originado entre las víctimas gazatíes.

Los ejemplos de la hipocresía son tan numerosos que no hay espacio para un artículo.

Alfredo Hidalgo Lavié. Profesor de la UNED