Quisicosas
Se han pasado tres pueblos
Me pregunto qué debe hacer la ciudadanía cuando nos han robado la educación, la mesura y la inteligencia
Dice Milei que Sánchez le ha enviado mujeres (sus ministras) para acosarlo y que eso es de cobardes. También le aconseja a nuestro presidente que se busque un psicólogo. Pedro Sánchez replica que ha insultado a su mujer. El de Argentina arguye que no citó a Begoña Gómez y que fue a su vez insultado por el ministro Óscar Puente. Puente dice que es que en las «redes sociales hay que jugar duro» y, tras tachar de drogadicto a Milei, afirma en un vídeo enviado a los Premios Limón que MAR bebe y que Ayuso es como una macedonia.
Estoy releyéndolo todo en VIPS. Mi hijo se empapuza unas patatas bravas y me sonríe. Quizá recuerden ustedes que un 5 de diciembre, tan gris como hoy, tuvo un accidente y casi pierde la vida. Así que esa sonrisa me sabe amanecer y a universo. Nos queda hospital por un tubo, pero no me importa en absoluto, porque está vivo. Cuando todo se ha perdido, se gana todo.
Me pregunto si existe alguna relación entre lo nuestro y la cosa pública. Al fin y al cabo, la política es la gestión de lo común. Cuarenta y siete millones de mortales trabajamos, luchamos y sufrimos en España. Hay quien se enfrenta al cáncer, quien ha perdido el empleo, quien se deja los dientes para sacar adelante a su familia o quien acompaña a sus padres en la agonía. Y van estos señores y se dedican a abonarse mutuamente en estiércol. Si se odiasen, cabría perdonarlos, la ira es un eximente, pero es que se son más bien indiferentes. Los suyo es un frío cálculo para salir en los telediarios, ponernos a todos –argentinos y españoles– en pie de guerra y convencernos de la inmensa necesidad de votarlos para hacer frente al enemigo.
Si una no fuese tan exageradamente europeísta, si no creyese en la locura bella de un continente unido como soñaron Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi, Jean Monnet y Robert Schuman, mandaría todo a paseo y, en este mismo instante de la Historia, dejaría de votar para siempre. No se extrañen ustedes si todo este episodio hunde la participación el próximo 9 de junio. Es de una calaña ínfima, de un nivel educacional inimaginable, de una categoría moral deleznable.
Cuando yo era pequeña, alguien robó en clase. La monja estableció que nos quedásemos en el aula terminada la jornada escolar y determinó que permaneceríamos así hasta que la culpable tuviese a bien exonerar de la pena a las demás. Al cabo de dos horas, la responsable dio un paso al frente y devolvió lo hurtado. No la castigaron, sencillamente aprendimos todas. Me pregunto qué debe hacer la ciudadanía cuando nos han robado la educación, la mesura y la inteligencia.
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