
Letras líquidas
Miénteme
Hubo una época, no tan lejana, en la que los plasmas tuvieron la mala fama que merecían, pero ahora la fuerza de la costumbre parece haber convertido unas palabras a pie de escalerilla de avión en el equivalente a las explicaciones en sede parlamentaria
Probablemente pocas personas tengan una visión tan certera de lo que sean la política y el periodismo contemporáneos como Michael Ignatieff. Ha sido periodista y político y ese paso por uno y otro espacio, sus visitas a ambos lados del espejo, le confieren una capacidad única de análisis. Tan finas y precisas son sus conclusiones sobre el exceso de tacticismo y estrategias, sobre el ego, la ambición desmedida y la inconsistencia de algunos representantes públicos, todo lo que plasmó en «Fuego y cenizas», como reveladoras resultan sus tesis en torno a lo que deba ser el periodismo y la labor de quienes lo ejercen. Durante su estancia en España, para recibir el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, dejó algunas reflexiones en las que avala el papel de los periodistas que «se levantan todas las mañanas [...] para averiguar la verdad» o a través de las que refuerza su optimismo porque «todos sabemos cada vez más sobre los bulos y mentiras, de manera que necesitamos periodistas audaces, valientes». Haríamos bien en quedárnoslas y, sobre todo, en aplicarlas en unos tiempos en los que la verdad no solo se esconde entre los algoritmos y las trampas digitales, sino que escapa de sus legítimos receptores, los ciudadanos, a través de tuits y comunicados que intenta suplir a las ruedas de prensa con preguntas (fenómeno que va camino del oxímoron). Hubo una época, no tan lejana, en la que los plasmas tuvieron la mala fama que merecían, pero ahora la fuerza de la costumbre parece haber convertido unas palabras a pie de escalerilla de avión en el equivalente a las explicaciones en sede parlamentaria. Pero no son lo mismo. Tan habituados estamos ya al cerrojazo informativo que hay quien alaba a las ministras de Sumar por sus justificaciones, poco convincentes y «a posteriori», frente al vacío de respuesta gubernamental por la conexión con el principal imputado en un caso de corrupción. Y ambas reacciones nos condenan a una indeseable debilidad del sistema, ni transparencia ni verdad, como si nos conformáramos con una democracia a medio gas, a lo Johnny Guitar, miénteme y dime que me quieres.
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