Editorial

El milagro económico de Sánchez no existe

Sánchez y Calviño se jactan de lo que no existe. Los españoles han dado la espalda a un «milagro» fantasma

Pedro Sánchez ha decidido virar el foco del discurso socialista hacia la economía en esta fase de la precampaña de las elecciones generales. El presidente ha centrado buena parte de sus últimas intervenciones en ponderar sus políticas que ha personificado en la vicepresidenta Nadia Calviño, a la que ha encargado incluso una comparecencia insólita en la sede del PSOE sin que sea militante ni candidata para que pudiera anunciar que el Gobierno había acordado que la rebaja del IVA en determinados productos de la cesta de la compra se mantendría. Ha sido otra manifestación de ese daño colateral del sanchismo como ha sido la degeneración de la institucionalidad hasta el extremo de convertir el atril socialista en la mesa del consejo de ministros y viceversa. Sánchez y Calviño han articulado una narrativa sobre medias verdades y manipulaciones para sostener que sus recetas han transformado a España en una historia de éxito y liderazgo en Europa. Según el argumentario, que los ministros jalean sin medida, nuestro país es hoy líder en crecimiento y acumula los mejores registros en la creación de puestos de trabajo y en el control de precios, así como también ha sido capaz de controlar y reducir los números rojos en las cuentas públicas, entre otros hitos. Las políticas audaces de Sánchez con la oposición de la derecha y los poderes ocultos se han sobrepuesto a los embates de la pandemia y la guerra sin dejar a nadie atrás. Tal es el prodigio sobre el que Moncloa ha depositado buena parte de sus posibilidades de victoria en los comicios de julio. Lo que no acaba de cuadrar en el relato es cómo encaja con que la ciudadanía no haya recompensado a los responsables y se haya movilizado hasta endosar a la izquierda una contundente y amarga derrota en las autonómicas y municipales. La explicación resulta sumamente simple. Sánchez y Calviño se jactan de lo que no existe. Los españoles han dado la espalda a un «milagro» fantasma. Su día a día es necesidad, contención y carestía, especialmente dramática en la cesta de la compra. Ayer conocimos, por ejemplo, el dato de la inflación, que resultó celebrado de nuevo por el Ejecutivo con el mensaje explícito de que los precios están bajando. El IPC subió un 3,2% en mayo, menos que hace un año, con los alimentos disparados un 12% y 20 meses al alza. No se reducen, sino que crecen menos. La inflación acumulada ha llegado casi al 15% con Sánchez en el poder. Cada familia sabe bien cuánto se gastaba hace unos años en hacer la compra. Si de algo puede presumir Moncloa, es de recaudación galopante a lomos de la inflación que no de la actividad. En cuatro años han sacado de los bolsillos de los españoles un 34% más en IVA y un 48%, en IRPF. Pese al Tesoro rebosante, España el único país que no ha recuperado el PIB del 2019, con la mayor caída de la renta per cápita, con más paro global, también femenino y juvenil, sin que sepamos además cuál es el real y con los peores datos de deuda entre las primeras economías. No es una historia de éxito; es un fraude.