Canela fina

Moncloa bien vale una amnistía

«Sánchez se ha sumado al cinismo de Enrique IV, que renunció a sus principios, para encaramarse en el trono de Francia: París bien vale una misa»

O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión. Pero si se está con la libertad de expresión hay que hacerlo con todas sus consecuencias. Hijo de socialista, nieto de socialista, por las venas de Nicolás Redondo circula impetuosa la sangre del socialismo verdadero, el que engrandeció Felipe González. Expulsar al señor Terreros del PSOE porque haya expresado sus discrepancias ideológicas con Sánchez, constituye un ataque frontal a la libertad de expresión, cimiento sobre el que se levanta el entero edificio de la democracia pluralista plena.

La objetividad periodística, que me he esforzado por mantener a lo largo de mi dilatada vida profesional, me ha conducido a elogiar a Pedro Sánchez en muy diversas ocasiones. Tuvo el presidente en funciones, secundado por su mejor colaborador Félix Bolaños, un gran éxito en la reunión de la OTAN en Madrid. Fue un acierto su viaje a China. Cuando destacados barones del PSOE sanchista, tras el descalabro del 28 de mayo en las autonómicas y municipales, aseguraron que era un error presentarse a las elecciones generales en octubre con Pedro Sánchez a la cabeza, el presidente reaccionó como una pantera de Java y convocó elecciones en la semana más vacacional y tórrida del año, distorsionando la normalidad electoral, favorecido por las torpezas de Feijóo.

Los secesionistas catalanes y vascos detectaron la debilidad de Sánchez y su ambición de poder y le han puesto genuflexo ante el rebenque independentista, exigiéndole amnistía, autodeterminación, unilateralidad y referéndum. El presidente en funciones lo tiene muy claro. Para continuar sentado en la silla curul de Moncloa le hace falta regatear la Constitución, otorgando a los secesionistas lo que los secesionistas exigen. Rodríguez Zapata, magistrado emérito del Constitucional, ha sintetizado así la situación: «No es una amnistía para arreglar Cataluña, sino para sacar siete votos que necesita Sánchez».

Ha llegado, en fin, la hora de Enrique IV de Francia, el Rey hugonote y protestante que renunció a sus creencias calvinistas y se convirtió al catolicismo para escalar el trono de Francia. Aseguran algunos historiadores que pronunció la frase con la que ha pasado a la Historia: Paris vaut bien une messe. Sánchez se ha sumado al cinismo: «Moncloa bien vale una amnistía».