El canto del cuco

La mujer del presidente

Parece conveniente aclarar las cosas de una vez y salvar, si se llega a una conclusión favorable, la honorabilidad del presidente del Gobierno y de su mujer

De ser ciertas la mitad de las informaciones, insinuaciones y suposiciones que se están publicando sobre los negocios de intermediación de la mujer de Pedro Sánchez, el «caso Begoña Gómez» exigiría, por sí solo, una comisión de investigación parlamentaria, que aclarara responsabilidades. Lo que se está publicando es de tal gravedad que, de comprobarse, debería provocar la dimisión fulminante del presidente del Gobierno. En cualquier país de nuestro entorno democrático ya habría sucedido, con los hechos que se conocen, sin esperar a más confirmaciones. Pero en esto España es diferente. Lo mismo que en la seriedad, imparcialidad y fiabilidad de este tipo de comisiones, convertidas aquí en altisonante medio de propaganda partidista.

En el Gobierno y en la sede del PSOE aseguran que no hay caso, que todo son infundios de la oposición. Indican que sus gestiones satisfactorias, por escrito, a favor de determinados empresarios amigos son actuaciones inocentes que no comprometen a su marido, el presidente, que apoyó esas millonarias ayudas en el Consejo de ministros. Nada tiene que ver una cosa con otra, aunque lo parezca. Por eso desde La Moncloa han dado instrucciones a los medios de comunicación cercanos y a otros que no lo son tanto para que ignoren el caso y no den pábulo a la campaña promovida por los grupos reaccionarios y antisanchistas. Pero no han conseguido silenciarlo. Al contrario. La divulgación de informaciones sobre la mujer del presidente aumenta sin parar y está provocando gran preocupación y una inusitada irritación en las alturas del poder.

Parece conveniente aclarar las cosas de una vez y salvar, si se llega a una conclusión favorable, la honorabilidad del presidente del Gobierno y de su mujer. Y, en caso contrario, aceptar el error y actuar en consecuencia. Todo menos ignorar el caso echando tierra encima. Hay errores que, aunque no tengan necesariamente consecuencias penales, presentan una dimensión política con una fuerte carga ética, a la que hay que hacer frente con determinación. El delicado caso de la mujer del presidente no puede tratarse de refilón, casi a escondidas, con insinuaciones más o menos maliciosas, en las comisiones parlamentarias en marcha sobre las corrupciones de la pandemia, como parece que pretende el principal partido de la oposición. Merece atención específica y resultados concluyentes. Las apariencias importan. No conviene olvidar que España, como escribió Josep Pla, es el país de Europa en que las apariencias tienen más fuerza, y nunca se gobierna por algo sino contra algo. «En España –dice también el escritor catalán– no hay leyes ni reglamentos; hay amigos, hay favores». Pues eso.